viernes, 9 de diciembre de 2011

Julio Castro



“En su condición de hombre de múltiples dimensiones, en la riqueza de situaciones de vivió, en su vocación irreverente por ampliar su propio horizonte y el de los demás, en la facilidad con que se aproximaba, con invariable simpatía, a todos los pueblos y culturas”. Miguel Soler Roca
El 1º de agosto de 1977 fue secuestrado y trasladado a un centro clandestino en la calle Millan Nº 4269 el maestro Julio Castro donde fue torturado y a causa de las lesiones que le provocaron y de no tener asistencia medica de parte de sus agresores falleció el dos días después de su secuestro, eso dicen los documentos del Informe final de al Comisión para la Paz.
Hoy sabemos que lo narrado por los militares que presenciaron y cometieron el delito así como los actores intelectuales del mismo en parte es cierto y en parte como nos tiene acostumbrado su falta de ética y compromiso con la verdad que aseguran haber defendido a si como la justicia palabras que les quedan grandes para sus ruines bocas es una gran mentira.
El 21 de octubre de este año (2011) el equipo de antropólogos liderado por José López Mazz encuentra en el batallón 14 restos óseos enterrados a un metro cuarenta centímetros de debajo de escombros y cal.
El trabajo revela nuevamente para aquellos que creyeron que nada paso en la dictadura que sí pasó y que una muestra del salvajismo y violencia ejercida contra la ciudanía es este hallazgo.
El maestro Julio Castro no murió a causa de la tortura, fue cobardemente asesinado por un arma de fuego con un disparo a su cabeza.
¿Cuál fue el delito tan grave que cometió Julio Castro como para que no solo se le torture y mate sino para que se le desaparezca? ¿Existe realmente un delito tan grave como para que se cometa esta atrocidad con un ser humano?
El delito de Castro era simple, PENSAR, pero no de cualquier manera, sino con un pensamiento de compromiso social critico y directo. Ser un activista y militante de sus ideales y de facilitar a otros ciudadanos Uruguayos la posibilidad de obtener el asilo político en México para no terminar muertos y desaparecidos por la dictadura cívico-militar.
Julio Castro nace en el año 1908 en la localidad de Estación de la Cruz en el pintoresco departamento de Florida. Su vida la dedicó a la educación y al periodismo.
Asistió a la escuela Nº 9 en Florida igual que sus diez hermanos, obtuvo una beca para estudiar en el Magisterio en el Instituto Normal de Varones “Joaquín F. Sánchez”, en Montevideo.
Hombre audaz portador de una gran personalidad polifacética: fue educador desempeñando con excelencia los cargos de maestro, director de escuela e inspector, al evocar su nombre nuestra mente nos muestra al precursor de la pedagogía social, la que se mostraba interesada por la problemática socio económica y como estas condiciones afectaban al desarrollo educativo en las zonas rurales de nuestro país y Latinoamérica.
Su permanente denuncia, comprometida, elaborada con un lenguaje riguroso lo sitúan en una posición de privilegio en lucha contra la opresión y la injusticia, en un momento de grandes transformaciones sociales y políticas, donde sus ideales inquebrantables lo colocaron en el ojo de la tormenta y en su momento lo convirtieron en el peor enemigo de un dictadura, aquel que usa su inteligencia y no un arma.
Con un profundo humanismo realista, provoca la gran trasformación de la educación rural nacional. Como periodista su trayectoria fue igual de notoria que como la de docente ya que ambas las tomo como una forma de vida y supo fusionarlas para que se complementaran y enriquecieran entre sí.
Con su amigo y compañero de lucha y causas Carlos Quijano, fundan en 1928 la Agrupación nacionalista democrática social dentro del Partido Nacional Independiente. En el 30 junto con Quijano y Ardao fundan el diario “El Nacional” el cual se mantiene durante solo un año. En el 32 el equipo funda el semanario “Acción”, en el 33 enfrentan a la dictadura de Terra, marcando clara mente su postura política. En 1939 Ardao, Quijano y Julio Castro crean el semanario “Marcha”. Semanario que tuvo 34 años de vida y marco al periodismo Uruguayo hasta su censura definitiva en 1974, cerrando con 30.000 ejemplares de maravillosa calidad. Seis meses antes de su cierre, se publico en Marcha el cuento “El Guardaespaldas” de Wilson Marra, que les costó a Quijano, Castro, Alfaro y a Onetti dos meses de encierro en el Cilindro Municipal.
Como todo hombre que quiere la trasformación de la política y la economía para poder mejorar la vida de la gente, Julio castro participó en inumerables ocasiones de movimientos políticos y sindicales. Desde joven como mencionamos en párrafos anteriores siempre luchando contra la opresión y respaldando la democracia del pueblo.
En 1971 el cinco de febrero fue uno de los firmantes del acta fundacional del Frente Amplio, acompaño a Liber Seregni en sus giran pero al instalarse al dictadura los sueños democráticos se pospusieron. Durante la dictadura en 1974 Castro sufrió su segundo aneurisma lo que lo obligó a cuidarse más, pese a su malestar su fuerza combativa no disminuyó, se dedicó entre muchas de sus actividades a ayudar a militantes políticos de izquierda a salir del país por medio de la Embajada de México donde solicitaban el asilo.
Castro jamás oculto su disgusto o su oposición a la dictadura, acompañar a los futuros exiliados hasta la puerta de la embajada mexicana, publicar Marcha , visitar a Lyla Lenera o al capital Lebel (el día del golpe de Estado de 1973 colgó un cartel en el balcón de su casa que decía “Soy el Capitán de Navío Oscar Lebel. ¡Abajo la Dictadura!) Eran solo algunas de su forma inteligente de mostrar su rebeldía y oposición a los acontecimientos políticos y de mantener unificados o en contacto aquellos que pensaban como él.
Julio Castro con casi setenta años “Era un hombre sin miedo; más que trágico consideraba ridículo el aparato del Proceso. No iba a cambiar de manera de ser porque los militares se hubieran encaramado al poder y se movía de forma abierta, a todo riesgo. “No se preocupen –decía- no me van a hacer nada cuando les avise que estoy enfermo”. (Carlos Quijano)
La palabra, su andar y su pluma, eran las armas que hacían temblar a los dictadores sin que importara su juventud o poder. Guerrero sin fusil pero con balas ideológicas que hacían estragos y pensamientos que ponían a reflexionar a la cabeza más dura, perseverancia y astucia y la estrategia más útil y temeraria, no ocultar nada y mostrarles que estaba trabajando para que cayeran.
Hoy te encontramos, maestro, has vuelto con nosotros, pese a que nunca te perdimos, por que intentaron desaparecerte, solo lo consiguieron por un tiempo, con tu cuerpo, pero no con tus ideales que nos siguieron enseñando.
“Tú nos habías dicho: El andar del tiempo hacia la liberación de los pueblos es constante, y es, además, irreversible. De modo que muere uno y surgen cien. Y el elegido que cae renace en la memoria de los pueblos, en los libros de poetas e investigadores en los cuadernos de niños y adultos, en nombres de escuelas…”
Miguel Soler Roca, Cuadernos de Marcha, tercera época año 1, número 7, diciembre de 1985