El concepto de burocracia sindical es un término que fue más utilizado que pensado, quizás porque se supone que se trata de un término que se explica por sí mismo, quizás porque en muchos casos el término está más cercano al orden del insulto que se infieren unas corrientes a otras, que a un concepto científico útil para comprender la realidad. Por eso muchas veces en lugar de una explicación en sí misma se utilizan imágenes como loza burocrática, correa de trasmisión, agentes del capital.
Existen sobre el problema dos perspectivas: una visión tradicional u ortodoxa, donde aparecerían “dos abstracciones metafísicas”: por un lado, una clase obrera ontológicamente revolucionaria, que siempre lucha e intenta organizarse de manera independiente, y por otro lado, una cúpula sindical que siempre traiciona y reprime.
Dentro de esta mirada hay un divorcio total y absoluto entre bases y direcciones. La burocracia sindical es entendida como un problema exclusivamente dirigencial, con lo cual cambiando el elenco dirigente, se termina el problema. Esta visión hoy en día, por lo menos de un punto de vista formal, no es defendida por nadie, aunque al momento hacer un análisis concreto, se vuelve a caer sobre ella.
Frente a esto, existe otra visión revisionista que sostiene que las direcciones sindicales sustentan su poder en el apoyo activo o pasivo de los afiliados, perspectiva que en su visión extrema, plantea que las direcciones gremiales, son una expresión directa de sus bases sociales. Dicha visión representa un avance, porque restablece el vínculo entre las direcciones y las bases, aunque es necesario alertar que puede terminar legitimando y justificando a todas las direcciones sindicales, más allá de los intereses de quienes la formulen.
Ambas visiones operan como si los intereses de las bases fueran algo dado y preexistente, a lo cual se le suma en algunos casos un determinismo mecanicista, por el cual el antagonismo estructural en que se encuentra la clase obrera, basta para identificar las demandas colectivas inmediatas y las formas de acción.
La clase obrera no es ni ontológicamente revolucionaria ni ontológicamente reformista; por ello es que debemos señalar que los intereses colectivos no están dados de antemano ni son preexistentes. En el proceso de construcción de estos intereses sociales inmediatos, juegan un papel central la organización, los liderazgos, ya sean formales o informales, los procesos de toma de decisiones, las direcciones sindicales, el marco normativo vigente, etc.
Nadie sostiene las posiciones ortodoxa y revisionista, porque son caricaturas de posiciones y, por ende, difícil que sean el eje de la discusión. Lo que sí es un eje de debate es si la burocracia sindical se puede explicar exclusivamente a partir de la relación entre las dirigencias y las bases o si sólo puede explicarse por su relación con la lucha de clases, con el resto de las clases de la sociedad y particularmente con el Estado burgués.
Orto elemento importante a señalar es que los sindicatos presentan intrínsecamente un carácter doble: al mismo tiempo que se oponen al régimen capitalista, son parte integrante del mismo.
En este sentido los sindicatos no impugnan la existencia de una sociedad basada en la división de clases, pueden negociar dentro del sistema, pero nunca abolirlo. Sin un sujeto político, sin un partido revolucionario marxista, los sindicatos son impotentes para cualquier perspectiva de transformación socialista.
Dicho esto, es preciso abordar las tendencias históricas del capitalismo frente a los sindicatos, que pasó de tratar de impedir que agruparan a los trabajadores como fuerza colectiva, a aceptar su existencia y proponerse condicionarlos con el fin de estabilizar al sistema, un objetivo que logró. De allí que la idea de los sindicatos como correa de transmisión de la burguesía no puede despacharse de manera tan sencilla.
¿A partir de cuando comenzamos a hablar de Burocracia Sindical en Uruguay?
A partir de la década del cuarenta, bajo el gobierno colorado de Juan José de Amézaga, cuando se instituye el mecanismo tripartito de negociación salarial.
De ahí en más, los Consejos de Salario se convirtieron en instrumentos de conciliación de clase con claros propósitos domesticadores y fuertes conceptos de disciplinamiento social para los trabajadores.
A raíz de este hecho que institucionalizó al movimiento sindical como interlocutor válido entre los trabajadores y el Estado, es que comienza a surgir en el seno del movimiento obrero, los Negociadores Profesionales y los Dirigentes Rentados; generándose una verdadera división entre Dirigentes y Dirigidos.
El sindicato se convirtió así de poder para y por los trabajadores a poder sobre los trabajadores.
Esta trayectoria ha sido acompañada casi siempre salvo en los ‘70 por la mayoría de los trabajadores, porque hay algo que constituye un elemento en el que confluye el interés de los trabajadores y el interés de esta capa burocrática, que es la existencia del sindicato. Esta transformación social repercutió en el desarrollo de la organización sindical y dio lugar a lo que hoy llamamos el sindicalismo empresario, que ya son dirigentes sindicales que también tienen empresas… sino sindicatos que son propietarios de empresas.
A su vez por mas burocratizado que esté, nunca un sindicato es exclusivamente una organización para traicionar a los trabajadores y defender el capitalismo. Si así fuera, no podría existir. Lo esencial es mantener el criterio de que la burocracia sindical es una categoría social específica, representa una capa social dentro de la clase obrera que reposa sobre una diferenciación social con marcadas desigualdades materiales con respecto a las bases.
Por otro lado, la “fragmentación de la clase obrera debe comprenderse como parte de la política de Estado de la burguesía durante la década de los 90 y que se ve agudizada en estos momentos, la cual se mantiene por la existencia de la burocracia sindical que, lejos de representar los intereses del conjunto de la clase obrera, sólo representa a una minoría de los asalariados. Por este motivo, la propia burocracia sindical es un impedimento para el fortalecimiento de la organización sindical. Así, la imagen de la burocracia como correa de transmisión de los intereses de la burguesía no es sólo una representación, sino una caracterización. ¿Por qué la mesa central del PIT-CNT no lucha contra la tercerización o contra la precarización? porque implicaría enfrentar no sólo a la burguesía sino romper con el Estado.
Por su parte, seria hacer una caricatura del marxismo sostener que se presenta a la burocracia dominando sólo a punta de pistola. Lejos de ello, la burocracia se asienta tanto en la coerción como en el consenso y considerar que la burocracia tiene intereses propios, no significa que no representa en nada el de sus representados.
Ahora, ¿Cómo se transforma la conciencia de los trabajadores en un contenido de lucha, combativo, incluso socialista? Obviamente en un proceso de lucha de clases, que implica un ejercicio de autoorganización, de autodominio, de independencia de los trabajadores. Pero el proletariado no sólo debe luchar contra la burguesía y contra la burocracia, sino también en un sentido, debe luchar contra sí mismo.
Tiene que librar una lucha de la conciencia, una lucha de la subjetividad por la solidaridad, una lucha contra el desaliento, contra las mistificaciones que están presentes en la clase obrera. Una lucha contra el individualismo.
Al mismo tiempo desmerecer o menospreciar el carácter fundante de la lucha antiburocrática del movimiento obrero, en función de esperar que algún día la conciencia obrera se modifique en realidad es renunciar a la potencialidad revolucionaria de la clase obrera.
La Lucha contra la Burocracia Sindical es una lucha revolucionaria, pues es un enfrentamiento contra un aparato de la burguesía incrustado en el seno del movimiento obrero. No puede haber lucha por otra sociedad si no hay lucha contra la burocracia.
El proletariado como objeto de la alineación capitalista debe luchar contra la burguesía, contra la Burocracia Sindical y contra si mismo, rompiendo con su conciencia burguesa. Es esta la que en definitiva termina legitimando los atropellos contra los derechos de los trabajadores.