Que asquerosa, degradante y vana sería la existencia para siempre repetida. ¿No hay advertencia acaso en esto? ¿No hay un peligroso proyectar por siempre las miserias del ahora? ¿No es pues necesario el transformar ahora, lo que será para siempre vuelta? Esto o multiplicar por siempre lo que es ahora; hay soberbia más grande y abismo más insondable de estupidez que querer ser igual cuando vuelva el giro a su punto. No hay horror más espeso que querer esto para siempre, y dejar de lado el cambiarlo, o romper ahora con el eco infinito, por más brillante horizonte, por campo para andar en adelante; erguido y sin arrastrarse en pesados llevar; hacer ahora, para que el volver no repita el mañana. Matar el camello que en su soberbia se regocija cargando y cuanto más es su carga más cree demostrar su poder andar en la vida; matar el violento león que en su violencia niega el poder ser de lo nuevo, matar la fiera llena de ira que ciega de ella no hace lo nuevo, sino que destruye lo viejo, lo que niega la vida nueva, pero es impotente de hacer lo nuevo porque su alma está lleno de aquello a lo que tuvo que destruir. Nacer niños nuevamente, sin pasado que cargar, sin violencia ciega, con lo nuevo por hacer con la inocencia y la confianza de quien tiene que comenzar a hacerse a sí mismo; he ahí la forma de evitar la maldición del eterno retorno de lo mismo.
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