Revisando diversos artículos sobre el arte rupestre que aun se hallan en el territorio uruguayo se me ocurrió la siguiente hipótesis: ¿Podrían constituir estos ideogramas un alfabeto? Desde hace ciento veinte años, aproximadamente, se han venido relevando las pictografías y los petroglifos que –principalmente- se concentran en las áreas rurales de los departamentos de flores, Durazno, Paysandú y Salto.
Particularmente en la fotografía que reproducimos (1) parece observarse conceptos diferentes –aunque, quizás relacionado –separados por líneas verticales. Nótese, además, ninguno es igual a otro. Este arte rupestre geométrico y sin representaciones zoo o antropomórficas siempre llamó la atención de los estudiosos (aficionados o académicos) Uruguayos y extranjeros. Solamente se han encontrado similares a las pictografías de los tehuelches patagónicos. Emparentados étnicamente con los charrúas y los minuanos,
Los primitivos alfabetos de todas las civilizaciones se caracterizaron por una etapa ideográfica; ejemplos pueden ser jeroglíficos egipcios y sumerios. Otros no la superaron como los chinos y hititas. En el caso de los mayas los ideogramas representaban sílabas o letras, por lo cual no tuvieron la necesidad de simplificarlo.
Los egipcios del segundo milenio desarrollaron los alfabetos hieráticos y demóticos a partir de los jeroglíficos, a su vez los fenicios redujeron más aún la cantidad de sonidos representados por letras.
Los alfabetos griego, etrusco, latino, cartaginés, hebreo, árabe, libanes, sánscrito, rúnico, copto, cirílico, etc., se han derivado del fenicio.
Pero volviendo al asunto que nos ocupa. ¿Podríamos estar ante un alfabeto charrúa-minuano? Los análisis han aportado las fechas de las actividades plásticas de aquellos aborígenes de la Banda Oriental: desde los comienzos de la era Cristiana hasta los comienzos del siglo XVI, es decir cuando aparecen los primeros conquistadores por estas latitudes y coincidentemente desaparecen los constructores de los ”Cerritos de Indios” , quizá los antepasados de los minuanos y/o arachanes (o sin quizás).
Observemos bien la imagen. En la conversión de los pueblos pampeanos no se aplicaban las ideas geométricas y su realidad tampoco: no edificaron pirámides escalonadas, canales, calzadas empedradas, lagos artificiales como los de Teotihuacán, ciudades amuralladas (Machu Pichu) o templos, entonces ¿por qué razones se arte pictórico se basaba en la geometría? La franja inferior presenta varios ideogramas separados por dos líneas paralelas diferenciando un concepto (o frase) de otro. A continuación hay una “frase”, un “concepto” o “nombre propio” más pequeño; de ésta parte una línea diagonal desde su ángulo inferior derecho hacia otro rectángulo aún más pequeño, que tiene una flecha en su ángulo superior derecho; tal como si se quise llamar la atención sobre él.
En esta fotografía de M. Consens y Baspalli tomada en las márgenes del arroyo Maestre del Campo, departamento de Durazno, en 1981, insisto no hay ningún diseño igual a otro. Algunos historiadores han afirmado que en la región de Flores y Durazno fue frontera entre las parcialidades indígenas de la Banda Oriental delimitando los territorios de charrúas y guaranís. Las rocas pintadas describirían la cultura de sus realizadores. Podrían también representar algún tipo de advertencia o marca de límite.
Para finalizar es bueno recordar que ya José Joaquín Figueira había calificado de ideogramas a estas pictografías en un artículo publicado en el Almanaque del Banco de Seguros del Estado del año 1972 Pictografías o Petroglifos en el territorio Uruguayo.
[1] Publicada en “El Laberinto de Salsipuedes” (Entrada 7) de Rodolfo Porley, investigador, redactor y editor de la serie. Diario la Republica. Marzo 1998