lunes, 27 de agosto de 2012

La Esfera Educativa

El siguiente artículo lo quiero dedicar a la Revista Culturalia que desde sus comienzos me brindó un espacio para publicar con muchísimo esfuerzo (que toda tríada independiente posee) mis reflexiones y catarsis. A ellas/os muchas gracias. Para ser bien novedoso, vanguardista y creativo voy hablar de educación, ya que últimamente nadie lo viene haciendo. Cualquier análisis de coyuntura cuya premisa sea “el sistema educativo está en crisis porque no educamos para él afuera”, o cuya propuesta sea “dar pie en bola” con los contenidos y flagelar docentes, me parece que le está errando de acá a la China (lo cual con el internet que nos hace sentir a todos más cerca, la aldea mundial y la “marencoche”, la China es muy cerca). En contraposición a los discursos alarmistas, no me preocupa que el profesor de Historia siga enseñando Historia si el profesor de Matemática también lo hace, es decir si cuenta todo el trabajo, sufrimiento y toda la lucha oculta que llevó a los matemáticos a crear los fabulosos teoremas que enseñamos en las aulas. De esta manera sería una cuestión de ídolos lo que diferenciaría a unos de otros. Es decir, los profesores de historia tendrían sus personajes a los cuales adorar y los de matemática a los suyos, nada implica (y es mi caso) que se puedan admirar personajes de ambos grupos. Eso sí, los profesores de matemática sean sinceros y muestren toda la anécdota detrás del ídolo, por ejemplo Leonard Euler que dio forma a muchas ideas que actualmente son importantes, inclusive los números complejos, pero cuando multiplicó raíz de menos dos (un número imaginario) por raíz de menos tres (otro imaginario), se equivocó y le dio raíz de seis positivo (número real). Me preocupa que escondamos la lucha y el trabajo que pasaron y que pasamos los que impartimos esta hermosa disciplina y que la mostremos como conocimiento dado y no acumulativo-selectivo. Es bien sabida, o al menos por los profesores de matemática, que la historia de los matemáticos está impregnada de tintes humanos, encontrando en ella ludópatas, descreídos del mundo, comerciantes, hijos de nobles y de obreros, e “inútiles intelectuales” declarados por los sistemas, etc. Basta hurgar un poquito en la vida personal de cada uno ellos y ¡bingo! tengo material para el mate con amigos. Tampoco me preocupa que Geografía se enseñe actualmente en nuestros liceos, mientras sea de forma crítica, y que permita analizar las cuestiones de configuración de los planisferios y mapas en relación a los intereses políticos. Bien sabido es, que para llevar una esfera a un plano debemos agrandar alguna zona en particular por el cambio de dimensión. El problema es que la cartografía está hecha por las potencias dominantes y como es de esperar estas agrandan lo que les conviene. Menos me preocupa que se siga enseñando Biología si esta se encarga de denunciar los peligros del avance de los transgénicos en las góndolas de los supermercados, o Química que me permite en el laboratorio de mi liceo barrial hacer Jabón Líquido y ganarme posiblemente la vida con eso. Ni Idioma Español que me enseña la ortografía, para superar mi principio de dislexia y hablar correctamente. Ni mucho menos la enseñanza de Literatura, la cual me presentó a un sinnúmero de autores que por no poseer una biblioteca como es debido, nunca hubiera podido conocerlos. Aunque quizá si los hubiese tenido, no significarían lo mismo que cuando me los presentaba mi tan querida profesora de literatura. Lo que si me preocupa y ya me molesta es una banda de profesores, “eruditos” en la materia, técnicos, oportunistas que tildan de obsoleta a la Institución Educativa con sus contenidos, que ellos mismos engulleron. Profesores que se parecen psicológicamente muchísimo al alumno cuando pregunta a su profesor: ¿para qué quiero saber de polinomios en el liceo si en la vida real no van a aparecer? Parece que tuvieran más fuerza los jóvenes con estas preguntas, que lo que podemos responder los docentes. Eso si es pobreza, ahí está la crisis. Y no me refiero aquí a que no quiero que los estudiantes tengan fuerza como actores políticos o sociales ¡no!, todo lo contrario. A lo que me refiero es que nos tenemos que oponer y ejercer fuerza como docentes para desterrar mitos que ellos repiten y reproducen, ya sea influenciados por la cultura de la inmediatez, lógicas del costo beneficio y demás maravillosas ideas que la posmodernidad difunde. Lo digo francamente, pudiendo citar a unos cuantos grandes, nos debemos oponer a estos discursos dominantes y decirles: -“mijito el conocimiento no ocupa lugar-“, o la más linda que aprendí en el IPA: -“la mente que se abre a una nueva idea jamás recupera su tamaño original”- (Albert Einstein). Me refiero a que trabajar polinomios ayuda a pensar y a abrir la cabeza. ¿Por qué debo quedarme en función cuadrática y no pasar a la de tercer grado? Solo porque la primera sirve para modelizar la trayectoria de una bala de cañón (es decir un objeto de la realidad) y la segunda no. ¿Por qué detenerme en el exponente de segundo grado si puedo seguir explorando la idea de raíces, y valor numérico para estructuras de mayor complejidad? Como notará el lector hablo más de ejemplos matemáticos porque es la materia que enseño. Una de los detonantes de estas líneas fue el furor que ha causado la película “La Educación Prohibida” con Gastón Pauls (creo que se escribe así). Yo no le tengo miedo a los cambios, estoy convencido que ellos han contribuido a mejorar la educación y puedo citar ejemplos: los avances didácticos que se han logrado a nivel de problematización de los contenidos (ver: Polya) han sido significativos y han mejorado la calidad de los aprendizajes, también la construcción, reparación y mantenimiento (aunque insuficiente en nuestro país) de edificios con fines educativos. Tampoco estoy en contra de la tecnología en el aula. He visto hacer cosas impensables a las computadoras mediantes softwares de geometría dinámica, aunque esto no debería sustituir la ardua tarea que le compete al estudiante, como buen aprendiz de filósofo, a aspirar a un buen dominio de la regla (y en lo posible sin calibrar como la usaban aquellos antiguos geómetras) y del compás ¿Por qué no? Actualmente, por circunstancias de vida, trabajo en una Institución Educativa Privada donde la abundancia de dineros disponibles y esa locura de estar siempre actualizados ha propiciado que el colegio adopte políticas de incorporación de tecnologías absurdas, según mi humilde opinión. Por ejemplo, colocar un televisor led o plasma (no sé en que va la diferencia entre uno y otro) por salón. En relación a la tecnología, me opongo radicalmente a los alarmistas que vaticinan un cambio que nunca llega, (como el Y2K del año 2000, o el fin del calendario Maya, etc) que mencionan o mejor dicho, que quieren hacernos creer, que la incorporación de tecnología en el aula debe tener la magnitud de un cambio metodológico, es decir de forma, en contraposición a considerarla como una mera herramienta. Los partidarios del cambio metodológico afirman que si las consideramos sólo como una herramienta, es un cambio sujeto a la moda del momento. Yo creo que no es una moda, y le guste a quien le guste, la tecnología llegó para quedarse. Solo que no me gusta el teatro que se monta entorno al fin de la educación tal como la conocemos. Recapitulando sobre antiguas incorporaciones de tecnologías en el aula, la calculadora científica que llegó para quedarse ¿Ha cambiado metodológicamente la propuesta de clase ó es usada como herramienta al servicio humano? ¿La clase se centra en torno a ella ó está al servicio de la orientación que la clase tome? Pero volvamos a la película, yo creo que la Institución Educativa, debe ser un ámbito de resistencia cultural. Para esclarecer mejor esta idea me voy a animar describir parte de la vida de los seres humanos en estas. Para estar en una clase, debés haber leído algo en tu casa, si no te aburrís; mientras lees no miras televisión, primera propuesta de resistencia cultural. Si no leíste, mientras el profesor habla, tenés que seguirlo atentamente, sino menos que vas a entender, entonces por alrededor de dos horas tu atención está fija en una persona y no en una “caja boba”, segunda propuesta de resistencia. Mientras le prestas atención a la persona, no ves la televisión o la computadora sino que ves a un ser humano pensado, improvisando y reflexionando, tercera propuesta de resistencia. Mientras él dice lo que piensa, vos pensás lo que él dice, estás pensado en una misma idea o problema (estás concentrado) por más tiempo que fuera de la institución, cuarta propuesta de resistencia. Todos sufrimos en el día a día el bombardeo constante de estímulos e información del afuera de distinta índole, al que por otra parte, se le responsabiliza de la dispersión y falta de atención de los “gurises” de escuelas y liceos. Si tenés la suerte de tener un profesor que se haya formado didácticamente para aprovechar los contribuciones de los alumnos, es probable que te animes a participar y aprendas a defender tu idea, en vez de aceptar la idea de una televisión, quinta propuesta de resistencia. En la Institución Educativa podes aprender la historia de las ideas de los grandes pensadores, hombres y mujeres de acción, que han provocado cambios que han sacudido al mundo, sexta propuesta de resistencia de resistencia cultural. El mero hecho de presentar una realidad que se mueve y en donde los interés de los hombres son los que tironean de ella y le dan forma, es en sí misma una propuesta de resistencia cultural, en relación al afuera, que quieren presentar como estático. Si por culpa de estos comentarios me tildan de tradicionalista, dinosaurio, aristócrata griego o cualquier adjetivo que denote una no-aceptación al cambio, les diré que tiene razón. Mientras la Institución Educativa represente un espacio con las características mencionadas (lo cual es muy difícil) yo la voy a defender, voy a defender el trivio y el cuartrivio de los modismos posmodernos. Existen, cuestiones mucho más profundas subyacentes a la vida dentro de una institución que a mí me despiertan poderosamente la atención. Por ejemplo, el tiempo como una categoría de estudio. Diré que es distinto dentro de la institución educativa que fuera de ella. Por lo menos esto sería algo que yo le cambiaría a la Formación Secundaria que tenemos ahora en el 2012, agregar más tiempo para pensar. Quizás, esto se deba al hecho de tomarme mucho tiempo para pensar el conocimiento de los antiguos y quizá porque el Instituto donde me formo condiciona a que eso suceda (puesto que promueve la reflexión, la cual sin tiempo es una total falacia) es que últimamente he empezado a considerar al tiempo como el problema central de las dificultades del aprendizaje. Todavía no se bien donde se localiza la crisis en la que el sistema educativo se ve sumergido según la película. Teniendo en cuenta un afuera de la institución dominado enteramente por lógicas de mercado que proponen ideas totalmente antagónicas al caldo de cultivo donde se gesta el aprendizaje, la creatividad y la propia educación yo no entiendo porque tengo que pensar la educación según el afuera. Si deseara educar para el afuera promovería otras prácticas educativas. Espero, hasta el fin de mis días, en estas circunstancias descriptas seguir educando en la dirección diametralmente opuesta a ese afuera porque es en ese lugar donde se aloja la crisis. Francamente, a la crisis (educativa) la veo cuando atravieso las puertas de la Institución Terciaria Pública, pero para el lado de afuera. En este tramo del texto podrían criticarme que poseo una visón burbujesca (de burbuja) de la institución, por las características que considero deseables de ella, a saber: lugar donde el tiempo transcurre distinto o más bien el cómo lo aprovecho para enfocarme en una sola cosa, dando la sensación de que es distinto por las cosas que logro. También como lugar donde se promueve la crítica, la reflexión, y la formación académica. Frente a esa supuesta critica, correspondería a un debate de si esa burbuja debe ser permeable o no. La respuesta es ¿Qué tan permeable? Tan permeable como para que la institución educativa incorpore la moda de los supermercados de colocar pantallas por todos lados hasta el punto de tener televisores arriba de mi cabeza cuando dé clases; bueno entonces no quiero que sea permeable. Pero si lo quiero, cuando la oligarquía de Carrasco somete a bolivianas a la esclavitud y la televisión no lo pasa, porque la propaganda de los comercios donde trabajan estas personas le paga al canal de televisión. Entonces si es para debatir y mostrar las alianzas entre los poderosos y “darles para matar”, ahí si lo quiero, es decir quiero que esos temas penetren la burbuja. Creo que concebir las instituciones como el liceo o el propio IPA como un refugio intelectual e ideológico demanda dos paquetes de medias que los “eruditos” que están hablando de educación en este momento (no sé porque, ya que no creo que no lo vean) evitan decir: menos horas de trabajo para los profesores y más salario que pague la formación permanente, la compra de material de estudio y por sobre todo la investigación. Si no se destinan fondos para la educación que condicionen y propicien este tipo de prácticas, podremos cambiar todos los programas que queramos, mandar a Operti a que copie el programa educativo de Australia o el de Irán, que no vamos a desempantanar la situación que vivimos. A ver, para ponerlo fácil, se necesita plata, es tan sencillo como eso. Retomando la pregunta clásica que le hace el chiquilín a su profesor de matemática: ¿para qué quiero saber de polinomios en el liceo si en la vida real no van a aparecer? Habría que preguntarse qué visualización tienen de la vida real, si es ser un nuevo el Messi, un Ricardo Fort, un integrante de los Wachiturros o alguien que saque a su barrio de la pobreza bailando en Tinelli. La post modernidad se ha apoderado de lo más preciado de nuestros jóvenes, a saber sus sueños, mediante la sumisión de su personalidad al consumo. No estoy en contra de que el adolescente tenga sueños, nada más alejado de eso, estoy en contra de que la televisión se los implante. Porque si la educación no colma las expectativas del afuera, habría que preguntarse por lo menos cuales son, de donde vienen y a qué interés responden, porque sino cambiar conocimiento de 2400 años de vigencia (como el trazado del Arco Capaz propuesto por el geómetra griego Euclídes) es un sacrilegio intelectual, y la gente que lo puede llegar a hacer le importa más su fama y aparecer como él o la inventor de la EPI o del plan Compromiso Educativo y figurar a en los libros de Historia como el que destronó a Euclídes de los programas para asignarle un rol a la educación que no le corresponde, a saber: el del ascenso social de los individuos. ¡¡¡Guau!!! ¡Qué vanguardista educativo! Felicitaciones, llevále el título a mamá y colgálo en la pared. Ya integrás el ejercito educativo del Pepe. ¡Pudranse!. Luis Rosano (Chafa)