sábado, 8 de octubre de 2011

Editorial octubre

Aceptar una idea o una causa nos posiciona de un lado y del otro de la discusión, es un riesgo tomar esta actitud, especialmente cuando uno quiere llegar a la mayor cantidad de ciudadanos y a su vez desea que estos participen y colaboren con uno, como se plantea en esta publicación. Pero peor aun es no estar de ningún lado, ser ajeno a una problemática para salir menos salpicado y mejor parado. El silencio es tan o más perjudicial que tomar la decisión equivocada.
Por ello en estos tiempos de debate y discusión sobre si debemos o no modificar una ley, para poder juzgar como adultos a jóvenes menores de dieciocho años, es una injusticia no declarar que estoy en desacuerdo. Que me opongo a considerar siquiera en esa posibilidad.
Primero porque el delito adolescente o de menores de edad, es menos del 6 % de la criminalidad total y creo que si pudiésemos encerrar a ese 6 % aun nos quedaría un 94 % que no solucionaríamos y la seguridad o falta de la misma no se vería afectada y todo seguiría como hasta ahora.
Segundo. Porque no existen verdaderos programas de reinserción a la sociedad que pueda trabajar con los infractores para que en un futuro no vuelvan a hacerlo. Y lo único que llevaríamos a cabo al encarcelarlos sería un proceso más largo pero no por ello más efectivo.
Tercero. No he escuchado de parte de nadie, ni del partido oficial ni de la oposición verdaderas soluciones, políticas sociales que trabajen evitando la situación que lleva al joven a la delincuencia. Sino posturas simplistas que mienten al considerar que una solución rápida es efectiva a largo plazo.
Como estos hay cientos de motivos por lo cual una baja de imputabilidad solo genera penas más graves y permite que el pobre sea juzgado como pobre desde más joven. En un país donde la pobreza no tiene defensa y esa simple condición ya lo transforma a uno en culpable ante un juez.
Un tirón de oreja, a los compañeros de la comisión de “No a la BAJA” que poco actividad llevan realizadas para evitar la recolección de firmas y la concientización de la ciudadanía sobre este tema, tal vez habría que dejar de escucharnos tanto lo lindo y socialmente correcto que hablamos en las asambleas y actuar más antes de que la ley se apruebe. Desde aquí como redactor responsable de esta humilde publicación ofrezco el espacio que sea necesario y colaborar con lo que sea posible para no permitir que se apruebe una ley y lleve a los jóvenes a penas más duras y poco convincentes.