miércoles, 27 de abril de 2011

CARTA DE QUIEN PRETENDE APRENDER Y ENSEÑAR.

Al señor presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica y a quienes se interesen de alguna forma por la educación del país.
De mi mayor consideración.
Esta carta surge a raíz del cierre de las inscripciones para cursar primer año de Literatura y Filosofía en el Centro Regional de Profesores de Salto, cierre dispuesto por la resolución del 27 de enero de 2011, resolución ésta tomada por el Consejo de Formación en Educación (consejo incompleto ya que faltan en él: el consejero estudiantil y el consejero docente).
Es por esto que hoy me atrevo a escribir estas torpes hileras movido por un sentimiento y por una sinceridad que pujan por nacer.
La verdad es que como uruguayo que soy y por el amor que le profeso a este país perdido en el corazón de la América Latina me hayo invadido por una amplia gama de sensaciones; mezclándose en mi se hayan: la decepción, la desesperanza, la impotencia, el encono; y perdida, casi, entre estas oscuras nubes de tormenta, veo la ilusión difusa ya pero aún ahí, como último bastión de resistencia.
Podrán preguntarse, y es justo que lo hagan, de donde me nacen estas sensaciones. Pues bien, déjenme decirles que estas sensaciones me nacen de ver cómo, a través de decisiones tomadas con poco acierto y mucho autoritarismo se da fuerza a lo que llamo un proceso de desmantelamiento de la conciencia de un país y se busca trocar ésta, en puro y ciego utilitarismo, reinado de la superficialidad y la inmediatez.
Estas sensaciones me nacen también de ser espectador privilegiado en el teatro de enmascaradas decisiones que, surgidas en el seno de un discurso autoproclamado progresista agreden profundamente la educación como conciencia (sostén último de toda criticidad, capacidad reflexiva, apertura al diálogo y democracia) de todo un país y no ya a una o dos disciplinas puntuales.
Este malestar me nace también de ver cómo, las raíces fundantes de estas decisiones (las concepciones sobre la función social de la educación), conciben justamente a la educación como una especie de industria regida nada más que por la leyes de la oferta y la demanda, y, como toda industria, una vez que decrece la demanda la producción debe disminuir o en definitiva cesar. El pueblo que abandona el timón de su educación a las leyes del mercado hace más que venderle el alma al diablo, pues se hipoteca a sí mismo y a las generaciones venideras, y se vende por completo al bajísimo precio de la necesidad.
Pero lo que aún más malestar me produce es el hecho de que, como uruguayos hayamos caído en este acriticismo tan profundo respecto a algo que, a mi entender, es un pilar fundamental de cualquier sociedad; si hablo de ella, la tan manoseada educación, madre en cualquier sociedad de conciencia, conciencia crítica, conciencia nacional, conciencia de mundo y del lugar que en ese mundo se ocupa, conciencia de posibilidades, conciencia de transformaciones y conciencia de solidaridad. Emprender una carrera con los ojos vendados es quedar librados al azar de lo que disponen quienes nos crean el camino
Creo que es justo que hoy nos preguntemos como sociedad, como uruguayos qué lugar ocupa entre nuestras preocupaciones diarias la reflexión sobre educación, sobre sus problemáticas actuales y sus posibles soluciones. Es justo que nos preguntemos: qué lugar tiene esta herramienta en nuestro diario vivir, qué se puede construir o transformar con ella; qué tan buen uso le estamos dando; no la estaremos dejando oxidar en el olvidado cajón de las utopías. La indiferencia respecto a asuntos que nos atañen a todos es el primer paso al suicidio como cultura.
Creo que es justo que hoy nos preguntemos cómo es posible que cuando se monta un espectáculo deslumbrante, minado de despilfarro y ocultamiento, cegador por su propio brillo; y que porque en ese deslumbrante teatro de lujo y brillo once o doce individuos investidos con el supuesto poder de representarnos y decirle al mundo falso e hipócrita del espectáculo lo que aparentemente somos como uruguayos, de mostrarle al mundo nuestra uruguayez; y, porque a estos once o doce actores les toca un papel mediocremente protagónico en el teatro del lujo y el despilfarro, como sociedad (o en una amplia mayoría de la misma) nos conmovemos, lloramos, nos enfurecemos y celebramos cada una de las entradas en escena de estos actores vestidos de celeste.
Sin embargo, y esto es lo doloroso, como sociedad ni nos inmutamos cuando la educación, esta mendiga desdentada disfrazada de regordeta y sumisa sirvienta abre su boca para pedirnos ayuda; si, cada vez que nos pide que como sociedad le tendamos la mano, tapamos nuestros oídos, le damos la espalda y dejamos que el corso de problemas, autoritarismos, desconfianzas y dogmatismos pase de largo, sólo porque se han cubierto con máscaras de progresismo, de apertura al diálogo, de mutua ayuda y de tantas otras. Mientras no destapemos nuestros oídos y giremos para ver y para interesarnos, nuestra educación seguirá tan raquítica y mendicante como hasta ahora. Tomar la educación como rehén de partidarismos políticos es el peor dogmatismo en el que pueden caer las autoridades encargadas de dirigirla.
Mis palabras son, quizá, doledoras, si, no quiero ocultarlo ni negarlo, me ha dolido a mi escribirlas y ojala les duelan a muchos tener que leerlas. A veces el dolor es motor que impulsa y hace abandonar lugares; a veces el dolor es alarma de que algo peor nos amenaza, a veces el dolor nos señala que hay posturas insostenibles en las que ya no podemos permanecer más.
Por último quiero decirles: hemos vivido días oscuros y de incertidumbre estudiantes y docentes, días en los que únicamente hemos tenido por guía la luz de la esperanza de que nuestra voz fuese escuchada, que hiciera eco en diversas cumbres, poco y nada aún, la voz ya se ha hecho oír, repetidas veces y aún no se escucha desde las altas cumbres el estruendo de nuestra voz convertida en muchas voces repetidas al unísono por los cuatro vientos, y acá seguimos, en medio del vendaval, andando. La única esperanza que nos mantiene unidos en la lucha es la de que nuestra voz sea sinceramente escuchada y podamos lograr cambios que beneficien a la educación toda.
Yo en lo personal, sigo esforzándome por no perder de vista un ideal que he hecho mío y, que a pesar de todo sigue ahí, casi cubierto de nubes, pero sigue ahí, guiándome en este viaje, aunque olas prepotentes y de inusitada fuerza se empeñan en torcer mi rumbo y arrastrar mi barca de sueños a otra costas, de peligrosos arrecifes y desconocidos contornos. Pero pese a todo, quiero seguir navegando, no quiero abandonar el timón de mis sueños a la voluntad de las olas, no quiero cerrar mis ojos y perder de vista el ideal que me guía, y esto sólo porque, como decía al principio, amo a esta porción de tierra, este país en el que nací, crecí, me eduqué y porque, por sobre todas las cosas por nada del mundo quisiera morir lejos del sol de su bandera.
Nicolás Cardozo estudiante de 4to año de Filosofía; integrante de la comisión de Cultura de As.E.C (Asociación de Estudiantes del Centro Regional de Profesores de Salto).
P.D.: Si bien esta carta está escrita en primera persona, ha sido leída por quienes nos encontramos en este movimiento y se han hecho sugerencias y correcciones. Por ello creo que es representativa del sentir y el pensar de los alumnos y los docentes que se encuentran movilizados para que se revean las resoluciones que afectan a la educación toda.