Otro papel en blanco y estrujado que vuela a la papelera, y van más de diez.
Duro oficio el del escritor que ha logrado un best seller con su primer libro, sin tener estudios en literatura y sin haber concurrido jamás a un taller literario; pero tiene estilo y un talento innato que, sumado a su afán constante de mejorar y perfeccionarse, lo han llevado a estudiar en solitario todas las técnicas.
De ése modo ha logrado hallar una manera única e irrepetible de crear con un sello indiscutible que le han valido la crítica favorable de los especialistas más importantes y, sobre todo, la admiración y el respeto del público.
— Tranquilo, te estás apurando. No sé que te sucede hoy que no logras captar lo que intento decirte. — le dice una hermosa mujer que está sentada a su lado en actitud relajada y que lo mira, con sus inteligentes ojos negros, mientras mantiene la barbilla apoyada en la mano izquierda.
— Lo siento Musa, estoy un poco distraído. Creo que saldré a tomar un poco de aire para despejar mis nebulosas, ¿me acompañas? Quizá juntos encontremos un tema que me llegue más fácil. — le responde él, extendiéndole la mano en señal de invitación.
La bella mujer la acepta y se levanta, su larga cabellera rojo fuego es larga y ondulada y su hermosura no opaca la de la túnica de seda que la dama lleva cruzada y que prende sobre el hombro izquierdo con una piedra brillante, de forma singular.
Parece una sacerdotisa griega escapada del Olimpo...es sólo la digna Musa de éste famoso escritor en potencia.
Febrero 2011
Patricia K. Olivera
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