miércoles, 27 de abril de 2011

De la creación y de la re-creación (Breve historia del hombre no incluida en ninguna Biblia publicada hasta la fecha)

Se creó el hombre a si mismo.
Y salió el hombre a apoderarse del mundo,
a hacer de su voluntad reina.
Y se dijo a si mismo el hombre, como en eterno monólogo,
como queriendo justificarse
¡tengo de superior a ustedes!
de diferente a ustedes,
animales, plantas y seres vivos en general,
mi razón; mi palabra; mi ciencia;
y en nombre de ellas no dejó palmo del mundo sin someter a su antojo,
queriendo hacer de ellas verdad,
arrasó, mató.
Jugó el hombre a ser esclavo,
de dioses a quienes creó y destruyó a su antojo,
construyó y destruyó mundos y destinos.
En nombre de su razón, su palabra y su ciencia
lavó la tierra con sangre,
su sangre,
desplegó sobre el mundo su actividad predilecta,
la guerra,
la más humana y racional de todas sus acciones.
Y aún hoy sigue el hombre diciéndose diferente,
superior,
en nombre de su razón, su palabra y su ciencia,
aún hoy,
luego de todo lo que en nombre de ellas se ha hecho,
sigue negándose como uno más,
tan igual con todos,
tan en el mundo,
tan increíblemente necesitado de cada ser que le rodea,
con todo,
aún hoy y con los restos de mundo que le quedan,
sigue sin darse cuenta de que solo,
aún hombre,
no es más que nada,
que se condena,
se niega a darse cuenta que su razón su palabra y su ciencia,
sólo serán vida,
en cuanto las utilice para acomodarse a su mundo,
serán muerte,
son muerte,
en tanto las use para imponerse sobre su mundo.
Increíble necesidad del hombre hoy,
de re-crearse,
dejarse un poco de lado como lo que cree ser,
y hacerse como algo nuevo,
ni superior,
ni diferente,
hacerse como hombre,
como mundo



De la religión de hoy

Nada se escucha,
la ciudad muerta,
las calles desiertas,
el supremo triunfo de Él,
Dios pagano,
omnipotente,
omni-insensible,
omnimiserable,
que dicta desde su más allá,
la realidad del más acá,
cuantos hay que lo adoran,
suprema máquina que mueve mi tiempo,
cuántas ofrendas son necesarias para saciarlo,
qué sacrificios reclama,
el más cruel,
el Dios muerte,
el nuevo Dios,
vencedor invicto de todos,
el Dios Mercado.


Continuación de la cuestión anterior
(De la teología de hoy)


Según dicen vivimos hoy en una época en la que el desarrollo científico y tecnológico que, en lo que a comunicaciones se refiere, nos ha llevado a ser habitantes de una era más libre y participativa en lo referido a circulación y captación, por parte de los sujetos, de información, conocimientos, tecnologías que aumentan el confort, etc. Pareciera que hoy todos pudiéramos librarnos de las cadenas de los dogmatismos nacidos del no saber, de la incomunicación o de aferrarnos a ideas que ya no se articulan con el acá y ahora.
Preguntémonos; ¿esto es realmente así?
Pienso que hoy en pleno 2010 es como si hubiese operado en nosotros un regreso al pasado, pienso que vivimos hoy en una nueva Edad Media o en una continuación de ella.
Pensemos.
No vivimos acaso en tiempos en que domina la más gigantesca religión, representante en la tierra del único Dios actual, el más humano y el más oscuro de todos cuantos dioses el hombre se ha inventado, el Dios Mercado que dicta sus designios a unos pocos elegidos encargados de transmitir su palabra, la única, la verdadera.
No cuenta esta religión con sus propios mandamientos que se podría decir son los siguientes:
• Ignoraras a tu prójimo como a ti mismo.
• Veras en él al enemigo a vencer
• Competirás salvajemente por un puesto en el mundo y aplastarás a cuantos sean necesarios.
• Consumirás sin restricción y mientras respires, y vivirás persiguiendo el inalcanzable fantasma de una felicidad basada en el tener.
• Vivirás y morirás de prisa sin tiempo ni para ver crecer y educar tu progenie.
• Callarás la injusticia y el dolor siempre y cuando no sea a ti a quien le toque padecerlos y te condenarás a estar sólo cuando te llegue el momento de sufrir lo que viste que otros sufrían mientras tú simplemente callabas.
• Y no pensarás si todo lo anterior es lo que realmente quieres como forma de vida.
Resumiendo, no son estos sus supremos mandamientos: Consume, Calla, Ignora, Produce.
No cuenta acaso esta religión con sus teólogos de avanzada: mercaderes, políticos y economistas de todas las manos. No posee esta religión sus propios templos de adoración: el Fondo Monetario, el Banco Mundial y otros. No tiene también esta religión sus caballeros cruzados: medios de comunicación que manufacturan el pensar y el decir a gran escala. No cuenta acaso esta religión con su propia institución inquisidora: la ciencia. No tiene acaso sus santos, íconos del consumo salvaje y del éxito fácil, muñecos prescindibles y descartables. No cuenta esta religión con su moral propia, competitiva hasta la muerte, individualista hasta la indiferencia del otro. No cuenta esta religión con sus adeptos quienes comulgan diariamente en busca del tener. Incluso, no posee acaso esta religión sus herejes, rebeldes ignorantes, desconocedores de la sagrada palabra, no practicantes de los designios divinos que merecen arder en las llamas de la indiferencia.

(Mundos)

En el mundo de los ciegos;
el tuerto sería:
juzgado como loco,
impío, mentiroso, insensible, hechicero, enfermo,
sería torturado para:
hacerlo retractarse de lo que dice de lo que ve
para que no desparramara su veneno,
de colores,
luces,
brillos,
formas,
o peor aún:
lo obligarían a callar,
amarrándolo al más invencible de los monstruos de humana creación,
el miedo;
o lo condenarían a morir en total indiferencia;
o le quemarían los ojos,
para obligarlo a ser como el resto;
o lo encerrarían de por vida;
o lo matarían luego de indecibles tormentos,
practicados para confesara su locura;
o lo matarían de forma rápida,
fulminante,
para que dejara de ser molestia.
Preguntémonos,
¿Cuántos tuertos hay entre nosotros?
¿Cuántos hemos matado ya?
¿A cuántos hemos ignorado?
¿A cuántos mataremos e ignoraremos?
¿A cuántos hemos tratado y trataremos como locos, enfermos y más?
¿A cuántos hemos hecho callar y a cuántos callaremos?
por ver, pensar y hacer diferente,
¿A cuántos?
imposible saber,
somos ciegos,
simplemente ciegos.