domingo, 11 de septiembre de 2011

¿Participar?

Algunas reflexiones sobre la participación del adolescente como un derecho
Los marcos legales reconocen lo valioso de los derechos, los presentan como fundamentales e inalienables, pero sin embargo las instituciones de nuestra sociedad están muy acostumbradas a dar un lugar preponderante a los DEBERES frente a los DERECHOS. Solo se muestra una cara de la moneda. En la mayoría de los casos todo es visto desde el punto de vista de las obligaciones. Un ejemplo concreto es el de la educación, ejemplo bien claro que muestra como las visiones de quienes la promueven se transmiten a los destinatarios. Quienes somos parte de las instituciones educativas hemos escuchado más de una vez “vengo porque me obligan” “es obligatorio venir”, pero muy rara vez escuchamos a un estudiante afirmar “estoy aquí porque educarme es mi derecho, porque tengo derecho a aprender con los otros”. El discurso de las instituciones transmite eso, “Debes”.
Este hecho es realmente lamentable, ya que resulta imprescindible multiplicar los espacios para conocer y ejercer los derechos.
En este breve articulo nos centraremos en presentar algunas reflexiones acerca de un concepto muy repetido sobre todo en los últimos tiempos, el concepto de Participación, en este caso veremos que repetido o amparado en marcos legales no necesariamente significa que es incorporado, reconocido ni “practicado”. Fundamentalmente hablaremos de la participación del niño y el adolescente.
Según el diccionario de la Real Academia Española el termino participar es entendido como “tomar o tener parte de algo”. Lo cual podría interpretarse como el hecho de contribuir a la construcción de “algo”.…….
Durante muchos años, en este y en otros países de Latinoamérica los derechos se vieron suprimidos. En aquellos años no había garantías para la participación, por supuesto que de todos modos se manifestaron varias formas de participar en diversos sentidos, existieron heterogéneas formas de “ser parte” de ese momento histórico. Pero como un derecho, garantizado, reconocido, no vivía. Manifestarse a favor o en contra de él quedaba librado a la decisión de cada individuo o colectivo a sabiendas de sus consecuencias.
Hoy podemos decir que la vida democrática reconoce el valor de la participación y pretende promoverla. Entender a la participación como un derecho es un primer paso importantísimo, pero no es suficiente. Este hecho exige que todas las instituciones no lo olviden y que den espacios para que estos derechos, en este caso el derecho a participar se desenvuelva. Es fundamental multiplicar espacios de participación para la toma de decisiones. Esto implica valorar esos espacios y apropiarse de ellos. La vida democrática no es un espacio dado, se construye.
Desde la Convención Sobre los Derechos de la Infancia y la Adolescencia (UNICEF) en el artículo número 12, la participación del niño y el adolescente es reconocida como un derecho.
Para pensar en estas cuestiones es fundamental aclarar que la infancia y la adolescencia no tienen que ser comprendida como etapas de transición, que consisten en una preparación para ser adultos. No son una etapa propedéutica de nada. Simplemente son diferentes formas de ser persona. Es necesario reconocer en ellas un valor propio y reivindicarlo si pretendemos ver a la participación en ellas como un derecho real.
En estas formas de ser persona, se va dando un proceso, un desarrollo progresivo hasta lograr cada vez más autonomía en todos los ámbitos (personal, social, jurídica) por lo tanto más que en cualquier otra época de la vida es necesario aprovecharla para desarrollar en ellos ciertas virtudes y hábitos que los ayuden a ser miembros y a apropiarse del medio en el que viven.
En este proceso es clave la comunicación y el diálogo con los otros. Pero para que el joven escuche y sea escuchado tiene que RECONOCERSE autopercibirse como portador de verdades y conocimientos, como portador de PALABRA. Una palabra que debe ser escuchada. Es un derecho que sea escuchada.
Este es el primer paso para actuar y desarrollar su capacidad de ser libre, de ese modo podrá trascender lo dado para comenzar algo nuevo, de lo cual es parte. Esta posibilidad de hacer algo propio es la que lo vuelve al adolescente productor de las situaciones en las que se ve involucrado y no como un mero consumidor de lo que el mundo del adulto le impone. Debemos trabajar para eso desde todos los ámbitos. Es importante que se acepten las diferencias y que se amplíen los espacios de dialogo decisión y construcción colectiva de niños y adolescentes para que puedan ser parte de su comunidad, participar de ella desde sus propias particularidades intereses y anhelos.
La democracia como forma de organización solamente ofrece la posibilidad de confrontar opiniones y debatir libremente, pero su realización es una construcción, hay mucho por hacer para que ese sueño se haga realidad.
“A participar se aprende participando”
Paulo Freire