sábado, 10 de diciembre de 2011

Cuando era niño e iba al cine

No recuerdo si era amarillo o naranja, aunque podía hacer sido rosa, podría haber sido de los tres colores en uno en cada ocasión, la memoria tiene a fallar cuando uno tercamente intenta aferrarse a esos detalles. De la misma forma ilusoria recuerdo sin mucha seguridad su diseño, hoy de adulto podría decir que se parecía a una gaceta de los film del lejano oeste solo que en el tamaño de una hoja de cuadernola dividida a la mitad pero verticalmente.
La cosa es que ese folleto mitad publicidad mitad acceso con descuento al ex Cine Trocadero llegaba religiosamente cada jueves antes de las vacaciones de Invierno durante todos los años que hice la escuela.
Era extraño pero emocionante, extraño porque luego de haber pasado tercero o cuarto año uno comprendía que los films que se promocionaban eran los mismos de los años anteriores y eso le causaba cierto malestar y una gran desilusión pero era muy emocionante porque era la oportunidad en la que podíamos ir al cine en el año.
La selección no solo era una película tan vieja como los espectadores o más aun sino que era una matiné de tres films de corrido, si, un promedio de cinco a seis horas dentro del cine repleto de niños entre cinco y doce años en su gran mayoría pero que increíblemente permanecían quietos en su lugar si no hacer mas escándalo que algún ronquido al comenzar la segunda o tercer película.
No recuerdo mucho más que una único trió de films, con certeza por culpa de mi menoría o por culpa de que cada año se repetían los mismos.
Alicia en el País de las Maravillas, Los ositos cariñositos, y Chatran, se que a los dos primeros los conocen todos pero de seguro han tenido la suerte de no presenciar el ultimo.
Chatran era un gato medio naranja, al cual se le escuchaba el pensamiento igual que al resto de los animales reales no animados de la película, el se subía a un canasto (creo) y se caía a un rio donde se alejaba de su madre y ahí comenzaba su búsqueda, algo como buscando a Nemo pero solo que es el hijo el que busca al padre.
Si bien las repetidas exposiciones a esa obra cinematográfica pudieron haber causado más que interesantes lesiones en mi materia encefálica, cabe destacar que en mis días de escolar el acceso al cine se veía favorecido por esa estrategia de talón económico, los niños de barrios periféricos como el mío o en situación económica menos favorecida como lo éramos los estudiantes de la escuela a la cual concurría. Teníamos la oportunidad de asistir una vez a l año y vivir esa experiencia magnifica de la pantalla grande.
Hoy con la gran disminución de salas de cine, especialmente las barriales que son inexistentes y el elevadísimo costo de las entradas de los cines comerciales o no, así como la lejanía o accesibilidad desde algunos puntos de la ciudad a los mismos han hecho que un gran número de generaciones no participen de la experiencia del cine.
Ahora de adulto ya no voy al cine, no tengo esa ilusión de que la imagen aparezca y aniquile al oscuridad, ya no espero a Julio a que mi madre me lleve al cine, hoy tengo más de una forma de acceder a un film incluso antes de que este se estrene o si nunca se estrena, pero el folleto amarillo naranja o rosa, es algo que me gustaría, pese a Chatran, tener de vuelta.