lunes, 23 de enero de 2012

El viento y las olas sucundun sucundun... Y yo la en la ciudad lalalala la... Ojala se insolen

Llegó el verano, y el deseo de broncearse se apodera de cualquier individuo que quiere jactarse que estuvo reposando en la costa pese a que el color que tomó su piel sea el de caminar por dieciocho de Julio el día del centro buscando gangas para Reyes.
Vuelve la arena y la sarna para los cabos poliences que juegan a ser pobres por unas semanas en el balneario más caro de nuestro país, más caro aún si tenemos en cuenta la escasa infraestructura y la total ausencia de servicios.
Vuelven los programas de tv que te muestran las grandes fiestas dionisíacas que nosotros simples mortales pagamos con nuestros miserables sueldos al continuamente estar consumiendo productos y al pagar los impuestos, pero pese a que somos nosotros los benefactores de esa vida bacana, no estamos invitados.
La playa se llena de fauna, está el que hunde la panza que se acordó de hacer ejercicio el dos de diciembre cuando arrancaron las despedidas y se puso de oferta el pan dulce, los niños y adultos jugando a la pelota que siempre golpea a todo lo que descansa, vuelven los perros que te olfatean las partes íntimas mientras intentas dormir una siesta, los que se olvidan sacarse los lentes, las que no creen en el mito del calentamiento global y se achicharran y sacan un numerito para canjear un cáncer de piel. Vuelven las discusiones de pareja gracias a las infartantes micro mayas y los esculturales cuerpos productos de las hormonas de los alimentos que actúan en el sistema biológico femenino de las nuevas generaciones – ¿Qué miras tanto a esa gurisa, no ves que puede ser tu hija?-, -¿Qué tiene esa flaca que no tenga yo?- mezcladas con improperios y la desilusión de que el tiempo pasa y uno no puede darle batalla.

-Dos mil quinientos pesos por día, no pueden ser más de cuatro personas, y no pueden traer a nadie para hacer fiestas porque tengo que cuidar el rancho, luego antes de irse les hago la cuentita de la luz y no se bañe muy seguido porque se tapa el pozo y hay pocos servicios si se llena dos veces la tercera la barométrica la pagan ustedes- es común escuchar cuando te dan la llave del candado de una cosa con cuatro paredes de costanero con un taza en vez de wáter y un calentador con los cables pegados que justo tiene encima una de las doscientas cincuenta goteras que tiene el techo que en un acto de originalidad la dueña le colocó un nylon como cielo raso trasformando la precaria vivienda en un objeto altamente inflamable.
Llega la licencia, ideal para pintar la casa, cortar el pasto, cambiar la cañería de del baño, castrar la perra, llevar a los nenes a la playa, visitar a la familia, sacar número para el médico para que este le cuente que solo le quedan cinco meses de vida, enterarse de que el hogar es el peor lugar para un obrero y extrañar el ámbito de trabajo porque no tiene cable y la televisión nacional es un refrito de un único programa que es del extranjero.
Pero el verano es hermoso, uno gasta más dinero del que tiene, hace un calor insoportable, toda la actividad de la ciudad se toma vacaciones, como el ochenta por ciento de los empleados públicos, si uno tiene algo urgente debe esperar a Marzo y para cuando llega Marzo ya es demasiado tarde.
Verano, sí la estación más deseada del año, playa y fiesta, glamour y papel crepé. Disfrute para todos.
Menos para mí que tengo la licencia en Agosto.