por Nicolás Cardozo
Vivimos en un tiempo profundamente idealista[1] : si, profesamos reverencia y subordinación a la idea. Mi tiempo, mi mundo, nosotros, no creemos acaso que la razón de ser de nuestra propia existencia se encuentra en un más allá trascendente y de borrosa distinción con el acá de nuestra realidad.
No consideramos acaso que en ese más allá se encuentra la verdad de todo cuanto nos rodea, no nos indica ese más allá lo que decir y como decir el acá. No consideramos las ideas que habitan en ese más allá como lo más deseable de alcanzar, no se considera acaso el acceder a ellas como el privilegio de unos pocos, elegidos que pueden pasar a considerarse parte de un selecto grupo. Acaso no vivimos corriendo y nos des-vivimos por alcanzar una idea que podría definirse como la idea del poseer para llegar a ser; idea del comprar para tener, tener un lugar en el mundo, un estatus, una vida verdadera.
Creo que, nunca la idea y su actual sicario de mentes los medios de comunicación, tuvieron tanto peso para señalar lo existente y lo que se dice y piensa de lo existente. Nunca Platón estuvo tan presente en un tiempo como lo está en este, sus “ideas”[2] existen (un poco trastocadas, por el sistema económico al que responden, pero con mucha vigencia en cuanto a lo central de la concepción platónica sobre ellas), la televisión, la radio, los diarios, etc. son su mundo. Un mundo al que no se llega por la “dialéctica”[3] , solo basta presionar un botón para que ese mundo nos deslumbre con su brillo y le imponga la realidad de lo que debe ser a este mundo que a lo sumo puede considerarse como una vil copia de aquel; copia que debe aspirar a ser como aquel mundo trascendente y verdadero. Fijémonos: estilos de vida; modos de pensar; de concebirnos; modelos de felicidad, de productos para adquirir, de cuerpos, de verdad; concepciones de bien y de mal, de lo que se debe y lo que no se debe temer; todos ellos, acá afuera de los medios de comunicación deben de ser, o son, imitación de esas ideas.
Penemos si no es que: se nos crean enemigos a la velocidad de una publicidad; el mundo se acuerda de golpe (por caso de cataclismo o guerras o alguna otra catástrofe de la naturaleza) de que existen lugares donde el hambre, la pobreza, la violencia y la desigualdad no son de ahora y así como los recuerda y se monta su espectáculo de horror mostrando a todos el verdadero dolor ajeno y, cuando el espectáculo deja de ser rentable por proximidad de alguno mayor, (mundial de futbol, en una nación no muy diferente de la haitiana, por ejemplo) las cámaras se apagan, los corresponsales se van y el mundo cambia de tema, porque las cámaras cambiaron su enfoque y ahora muestran brillo y despilfarro en un lugar donde lo que no sobra es exactamente la manteca para tirar al techo. Preguntémonos sino, que es de Haití ahora ¿existe aún?, que nos dicen acerca de este país los que, hasta no hace mucho, se disputaban la imagen más atroz, y digo imágenes que hubieran hecho parecer a Dante como un niño de pecho, para publicar en primera plana o en el noticiero central.
[1]Idealistas, según la definición que aparece en la página 5 de Historia de la Filosofía de editorial progreso (ver bibliografía consultada) son aquellos “…que sostienen que lo primario (antes que la naturaleza, la materia o el ser) es la conciencia, el pensamiento, el espíritu (o Dios, como muchos de ellos entienden)…”. Dice más adelante (pag, 8) “De un modo u otro, los filósofos siempre respondieron al interrogante de si existen por si mismos la naturaleza, el mundo, es decir si son materiales (postura de pensamiento de corte materialista) o dependen “del más allá” y son un “destello” de este… ”. Creo que los fragmentos citados nos ayudan a establecer un sencilla definición de lo que se denomina en Filosofía una postura idealista (contrapuesta con lo que se denomina materialismo), dicha postura consiste en señalar que la existencia de este mundo y de cuanto nos rodea se debe al accionar o a la existencia de un ser trascendente que es quien le otorga realidad. En otras palabras, se afirma que la razón de ser de este mundo se encuentra en un más allá superior.
[2]Para tratar de esbozar brevemente lo que Platón entiende por idea creo conveniente citar un pasaje de La República, en él, dice Platón a través de Sócrates quien en esta ocasión dialoga con Adimanto “(S). En que hay muchas cosas bellas y muchas cosas buenas, y que así las designamos.
(A). En efecto- respondió.
(S).Y en que, por otro lado, existe lo bello en si y lo bueno en si, y de igual modo, en todas las cosas que determinamos como múltiples, declaramos que a cada una de ellas corresponde su idea que es única y que designamos “aquello que es”.
(A). Efectivamente.
(S). Agregamos que las cosas son vistas, pero no pensadas, y las ideas por el contrario, pensadas pero no vistas.
(A). Sin duda alguna.” PLATÓN, República, VI, 507 b-c, pág. 367. (Ver bibliografía consultada).
Vemos acá como considera Platón a las ideas, según él, son esos entes verdaderamente existentes, los únicos dotados de verdadera existencia, de los cuales las cosas del mundo sensible no son más que una mera copia de escaso valor. En opinión de Platón este mundo sensible debe su razón de ser a esos entes, únicos fundamentos de todo cuanto existe en este mundo, este mundo es pues, un reflejo de aquel verdadero mundo donde se encuentran las ideas.
[3] Platón define “dialéctica” como “…el único método que trata de encontrar de una manera sistemática la esencia de cada cosa en si…”. PLATÓN, República, Libro VII, 533b, pág., 407. (Ver bibliografía consultada).
En este sentido la dialéctica es para Platón el método que permite a quien lo practica acceder y contemplar el mundo de las ideas, esencias verdaderas de todo cuanto existe y de las cuales las cosas del mundo sensible no son más que una pobre copia.