sábado, 26 de febrero de 2011

En esos ojos Emiliano Vive


¿Quién es ese hombre? ¿Por qué se oculta detrás de una mascara? ¿Veré un hombre o esa imagen encanta mi visión para que no pueda descubrir que hay detrás de esas formas?
¿Por qué a pesar de ese aspecto bélico me detengo en su mirada, por que esos ojos cansados me enamoran? ¿Acaso las sombras me juegan una mala pasada y ese soldado encapuchado esta pidiendo mas la paz que una guerra?
Angustia mezclada con esperanza, mirada tierna, postura rígida, semblante de líder nato que admite ser seguido sobre las más incandescentes brasas o contra la artillería más pesada. Esos ojos no me ocultan nada, veo verdad a pesar de no escuchar las palabras que de seguro le dice a la multitud que en éxodo camina detrás de la cámara. No puedo verlos, pero se que están ahí, de seguro si fijo mi vista en el reflejo de sus ojos pondré verlos. Mujeres y niños cargando con fardos de ropa y comida junto con alguna animal de corral a rastras, los hombres controlando la caravana y aporreando alguna mula rezagada. No puedo verlos pues el lente no los ha registrado, pero en la imagen vibran esas anónimas presencias.
Detrás de la tela negra se oculta un hombre, o no, tal vez son cientos o miles de miles que se muestran como espectros inmortales detrás de una imagen que a esta altura es un icono sagrado de levantamiento armado. Icono que cambia, yo lo he visto, y comparo su forma con las otras que recuerdo, ya son mas de veinte Marcos los que han sido inmortalizados como este que hoy contemplo, gordos, flacos, altos y bajos, jóvenes o ancianos. Con sus mascaras, su collar de tela con nudos, recuerdo de viejas alianzas, y una pipa que nunca descansa y se empeña en decorar cada cuadro con su humo respetuoso. A todos ellos los veo en esta imagen, donde unos ojos ancestrales renacen de juventud para vigilar los alrededores.
Veo a Marcos, veo al pueblo aborigen, veo lucha, contienda eterna por lo que es de uno por el simple hecho de estar vivo. Siento la sublevación en el alma de esta fotografía. Siento la libertad y su contraste, el enemigo opresor, al devorador de tierras ajenas, al que habla en otro idioma y al que parlotea en el mismo exigiendo lo que no le pertenece y como forma de pago ofrece una fosa común para todo aquellos que no quieran regalar su herencia por unas monedas de palta.
Detrás de se aspecto de guerrero helénico veo un hombre hermoso, un ser que no tiene miedo a perderlo todo, porque nada tiene que perder que ya no le hayan arrebatado, solo le quedan sus sueños y esperanzas, y esas son inmortales.
Su imagen me narra que la carne se pudre en el desierto pero aun así él sigue vivo porque no es un hombre sino una idea. Me dice que carne que la recubra sobra, hay mil para ocupar el lugar del Marcos que caiga y mil más por cada uno de los que caiga después. Y se acabaran primero las balas antes que las capuchas o pasa montañas, se atascaran los gatillos antes de que se apague la pipa que como un faro guía a los revolucionarios por la selva hasta su sub comandante.
En esos ojos veo el consuelo para las lágrimas de las madres desesperadas, la llave que libera a los campesinos esclavizados, la lumbre que acompaña al descanso a los muertos por el racismo de sus hermanos.
Porque esos ojos son el ideal y esa ideal con forma que parece respirar a través de la inmovilidad inmortalizada, es Chiapa, tierra ultrajada, son los niños acribillados por mercenarios, es la vergüenza de un México que no los respalda, donde la política hace oídos sordos y el pueblo hace de idiota prefiriendo ver la telenovela de la tarde. Es la venganza y la insurrección de una antigua patria.
Esa imagen es el valor, la dignidad de una raza que no se cansa y grita basta.
Esa imagen es revolución, es el fantasma vestido de charro que viene a buscar venganza. Es el canto popular que narra: “Arroyito revoltoso / Que te dijo aquel clavel / Dice que no ha muerto el jefe / Que Zapata ha de volver.
Esa imagen no solo es Marco, sino el inmortal Don Emiliano Zapata.

Nota extra:
Gabriel García Márquez entrevista al subcomandante Marcos