INTRODUCCIÓN
De alguna manera la elección del tema “El problema del indio”, va de la mano con mis cuestionamientos sobre mi propia identidad, considero una valiosa oportunidad para investigar sobre mis orígenes, ya que tienen, sin dudas, influencia y conexión con mi situación aquí y ahora e incluso el poner en dicha investigación – aunque la misma no sea del todo exhaustiva- el canal por el cual pueden introducirse muchas respuestas que pueden estar presentes o pueden en algún momento atravesarse en mi camino.
Investigación que pesar de que tendrá un corte histórico inevitable, no deja de ser filosófico, ya que el intentar acercarse al ¿quién soy?, ¿de donde vengo?, es intentar levantar dudas e irrumpir en otras, para profundizar así el andar en la vida.
El camino a seguir, será plantear en el desarrollo los problemas que suscitan la cuestión indígena en América a partir del descubrimiento español, analizar las consecuencias generadas a partir del hecho e intentar realizar análisis críticos del problema, que es a su vez indagar o mejor, intentar dar luz a la cuestión del origen del pensamiento latinoamericano y por ende de una filosofía latinoamericana, cuestiones que sin dudas están entrecruzados y han creado debates hasta nuestros días.
“Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar y todo lo que realmente pasa me pasa a mi…” Jorge Luis Borges -“El jardín de los senderos que se bifurcan”-
DESARROLLO
Cabe iniciar este trabajo realizando un contexto histórico sobre las partes que tomarán partido en el problema a abordar, los conquistadores y los conquistados. Para el desarrollo, tomo como fuente “Historia de la Nación Latinoamericana” de Jorge Abelardo Ramos.
Al finalizar el siglo XV, España termina con el poder de los moros en su territorio con la caída de Granada y se constituye a partir de este hecho el inicio de su unidad nacional, el matrimonio de los reyes de Castilla y Aragón plasma esta unión reuniendo en esta pareja real a reinos hasta entonces separados. En lo económico España se prepara para la modernización y la entrada al capitalismo. Para lograr la unidad nacional que requería este reino luego de ocho siglos de dominación musulmana, se necesitaba un método unificador, los reyes lo encontraron en la unificación religiosa ya que debían enfrentar un universo complejo y diverso compuesto de clases, castas, nacionalidades, religiones y razas.
Constantinopla cae en manos musulmanas y a España se le cerraban las puertas para el comercio con Oriente, por este motivo, buscan un camino hacia el Asia y además por la necesidad de conseguir metales preciosos que exigía el comercio mundial a fines del siglo XV.
Por otro lado, en América, los conquistadores no llegan a una nación ya constituida, sino todo lo contrario, existen sociedades y grupos étnicos que difieren entre sí, están en evidente escala de evolución unas de otras, a decir de Jorge A. Ramos:
“Ni siquiera poseían estas organizaciones precolombinas un mismo nivel cultural: del estadio medio de la barbarie a los estadios inferiores del salvajismo… era un conjunto incoherente de sociedades, tribus y grupos étnicos, alejados entre sí por distancias inmensas, separados por siglos de cultura, antagónicos e incomunicados por centenares de lenguas y dialectos. En el interior de este caos, sin embargo, se dibujaba cierto orden” (Pág. 44).
El orden que se dibujaba estaba plasmado en las sociedades más evolucionadas como la Azteca o la Inca –entre otras-, ya que cuando fueron descubiertas y destruidas evidenciaron su complejidad, sus conocimientos… su orden. Los incas, por ejemplo, cuyo imperio prevaleció durante cuatro siglos, constituían una civilización basada en la propiedad colectiva de la tierra, domesticaron la llama y cultivaron el maíz. Convivían socialmente de manera estratificada, con clases sociales delimitadas. Tanto los incas como los aztecas tenían tras de sí una historia y esto, como sabemos no es asunto para dejar de lado. Lo que también debemos cuestionar, analizar, es que a la hora del descubrimiento, nada importó a la gran mayoría de los recién llegados de los indios, de su forma de vida y mucho menos de su historia y su cultura. Lo que sí les importó fue de su destino inmediato, el ser sometidos a sus intereses, para de esa manera arrebatar sus frutos y sus bienes, todas sus riquezas, que incluyen sus tierras y su fuerza de trabajo, y en este punto es que podemos introducirnos en los problemas que se suscitan y merecen profundización, atendiendo fundamentalmente que se debe justificar la conquista.
Las tesis que se plantean sobre el problema del indio, por lo que he investigado, se podrían delimitar así: origen y naturaleza de los indígenas por un lado y el problema económico y social por otro, aunque están irremediablemente entrelazados.
Incluso debemos tener en cuenta, que luego de la conquista y como consecuencia casi inmediata surge el mestizaje como producto de la fusión de culturas, producto que inevitablemente va a quedar incluido en el problema junto al indio autóctono, ya que los mestizos fueron quienes también padecerán el sometimiento y explotación, colocados como ciudadanos de ‘distinta categoría’, que será también discriminado de los puestos más importantes de la vida política colonial. El mestizo entonces arrastraría los problemas del origen y naturaleza como mezcla de los indios y los europeos, y también el económico y social. No debemos olvidar también que se importó a América mano de obra esclava de origen africano que en sus uniones originarán mulatos y zambos, sumándose a la categorización antes mencionada.
Los conquistadores cuando se vieron en la necesidad de ordenar las sociedades nuevas, empapados de codicia por las riquezas a explotar, se nutrieron de formulismos jurídicos muy bien redactados por los letrados de Castilla y se realizó un discurso que los soldados leían a los nativos previo a someterlos por la fuerza.
Dicho discurso se llamaba “requerimiento” el cual era leído muchas veces sin intérprete.
Retomando las tesis que son parte del problema del indio, con respecto a la cuestión del Origen[1], este problema surge cuando los españoles advierten que el territorio al cual habían arribado no eran las Indias.
Frente al asombro del descubrimiento de un Nuevo Mundo, con vastos territorios a explotar y riquezas a extraer, surgen diversas interrogantes en relación a sus habitantes autóctonos, entre ellas, si éstos habían sido creados por el mismo Dios creador del occidente conocido. Las respuestas fueron varias, no voy a dar el detalle de todas las respuestas, mencionaré algunas como muestra, ya que todas giran en torno a lo mismo.
Una de las respuestas fue la del fraile Francisco de la Cruz que llegó a Méjico en el año 1534, y su fuente fue una experiencia onírica de cuya interpretación deduce que la Iglesia sería destruida por los turcos y se trasladaría a las Indias donde se alojaban pueblos dispuestos a recibir la evangelización y por ello serían descendientes de los israelíes, los mismos, siguiendo a un profeta bíblico serían parte de las diez tribus perdidas del reino de Israel. Esta tesis, se apoyaría además en que los indígenas mejicanos que encontraron, poseían algunas creencias en común, como la de un Diluvio y la de un Éxodo, además algunas tribus tenían la costumbre de la circuncisión.
Como esta respuesta, existieron otras intentando explicar el origen del indígena, conectadas siempre a lo conocido por los españoles, origen israelí, griego, en definitiva sus raíces serían siempre occidentales.
Lo que considero importante a destacar, es que a pesar de ser interrogantes legítimas frente al nuevo ser al que se enfrentan los españoles, las tesis, hipótesis o respuestas que intentan aclarar su origen, no dejan de estar orientadas a justificar la conquista, las mismas están orientadas a un mismo fin, dado por medio de un doble sometimiento de los indígenas, un nuevo régimen espiritual por un lado, basado en el dogma cristiano, reconocimiento de su Dios, de la autoridad papal, de sus cultos, etc, y por otro lado someterlos a un nuevo régimen administrativo, legislativo, normativo ya que vivían en un estado de inferioridad, salvajismo o barbarie, y a su vez como eran parte de su misma raíz tenían el ‘derecho’ de ser civilizados por los conquistadores.
La tesis sobre la naturaleza de los indígenas plantea un debate que se lleva a cabo desde el mismo descubrimiento hasta la Ilustración, que a decir de Ramos:
“…sirve de prólogo, por decir así, al sistema de valores que Europa y Estados Unidos opondrán luego desde su altura imperial al pueblo de América Latina.”(Pág.79)
Analizando esta afirmación, debemos atender lo debatido, ya que si fuera verdadera, sería el inicio de una ética que tiene consecuencias hasta nuestros días, dejando a los latinoamericanos desde ese momento en condición de inferioridad.
Este debate es iniciado por el Padre Bartolomé de las Casas[2] denunciando la ferocidad de los españoles sobre los indígenas desde el primer día del descubrimiento y pone en tela de juicio la naturaleza y los fines últimos de la conquista. Se desata una tormenta doctrinaria que divide el mismo clero ante el problema. Juan Ginés de Sepúlveda sale en defensa de los encomenderos[3] tomando el papel de teórico de los mismos. Sepúlveda utiliza el argumento aristotélico para la legitimación de la conquista, poniéndolo como defensa frente a la verdadera naturaleza de los indios. El estagirita, había sostenido que existían los esclavos por naturaleza:
“Todos aquellos que difieren de los demás tanto como el cuerpo del alma o el animal del hombre (y tienen esta disposición todos aquellos cuyo rendimiento es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor que pueden aportar) son esclavos por naturaleza”
(Aristóteles, Política, pág. 8, Madrid, 1951)
De las Casas, se atreve a cuestionar la autoridad del propio Aristóteles, a pesar de ser el sustento teórico de la Iglesia Católica desde muchos siglos atrás, diciendo sobre él que
“era una pagano que se estaba asando en el infierno”
Sepúlveda afirmaba además:
“Los que sobresalen por su prudencia y por su ingenio, pero no por sus fuerzas
corporales, éstos son señores por naturaleza; al contrario, los tardos y torpes de
entendimiento, pero corporalmente robustos para llevar a cabo las tareas necesarias,
éstos son siervos por naturaleza”. (Ob.Cit. J.A.Ramos, Pág. 81, de Antonello Gerbi, La
disputa del Nuevo Mundo, p.64, Ed.F.C.Ec., México, 1960).
El intento de rebatir Las Casas a Sepúlveda y sus tesis aristotélicas, hace que surja una
idea de indígena débil, con necesidad de protección, apocado, servil, de alguna manera
indio.
La colonización sigue su curso y la intensidad inicial de la polémica va decayendo
aunque la misma no es concluida. Surgen a partir de la polémica, leyes que intentan
regular y defender la vida del indio. En la última fase del período colonial, las
condiciones del trabajo indígena mejoran, aunque no desaparecen ni el aspecto servil ni
la explotación.
El debate iniciado entre teólogos con el sustento en los teóricos de la antigüedad es
trasladada en el siglo XVIII a los filósofos de la Ilustración amparados en las Ciencias
Naturales.
“Los teólogos católicos del siglo XVI o los naturalistas escépticos del siglo XVIII, todos
ellos veían en el hijo de América un útil objeto de dominio. Esa gran tradición
intelectual en los países opresores ha dejado hondas huellas”. (Ramos. Pág.84)
Los argumentos a medida que pasan los siglos se van modificando y modernizando pero
en su esencia no son modificados. En el siglo XIX Europa y en el XX Estados Unidos,
continuarán manejando la inferioridad de los latinoamericanos.
Otro cuestionamiento directo frente a los problemas que abordamos, fue el realizado por
el fraile Francisco de Vitoria en el año 1539, el cual no encontró razones válidas para la
conquista y apelaba a “la condición irrefutable de seres racionales de los indios y su
capacidad plena para el ejercicio de los derechos civiles y políticos, llegando a
cuestionar, en razón de ello, los propios títulos de los Reyes al dominio de las Indias”.
(Reyes Abadie, Vázquez Ramos, pág. 42)
A través de los siguientes argumentos, intentó emprender la defensa de los indígenas:
La justificación de la conquista, que en primera instancia estaba dada porque el Papa
había donado a la Corona española el dominio sobre las Indias, frente a este hecho, de
Vitoria, no encontraba validez alguna, ya que el Papa no era el señor del Orbe en lo
temporal y además estaba otorgando un territorio que ya era habitado, por consiguiente
dichos habitantes eran por derecho natural, dueños del lugar y de sus bienes, aunque
estos no fueran fieles a la religión católica.
No existe tal “descubrimiento”, y en base él, dominar ya que los habitantes autóctonos
son propietarios legítimos del territorio que los españoles denominaron Nuevo Mundo.
Arguye también, que la creencia, el acto de creer, no puede ser impuesto bajo ningún
fundamento, incluso el de difundir el evangelio, el creer es un acto libre y por lo tanto
debe ser espontáneo.
Dios no puede haber manifestado su voluntad de favorecer a los españoles para la
conquista y sometimiento de los indígenas, puesto que Dios manifiesta su voluntad
necesariamente por medio de actos sobrenaturales y éstos no se habían dado a conocer.
Además de Vitoria cuestiona la legitimidad del requerimiento, y la manera de ser puesto
en práctica.
El fraile, justificaba la conquista únicamente en conformidad con el derecho natural y
apela a la solidaridad universal, lo que quiere decir, que cualquiera puede circular
libremente por el Nuevo Mundo, de la misma manera que los indios podrían circular por
Europa, ya que la tierra toda es el hogar común de todos los hombres. De aquí se deriva
además que se podría llegar a comerciar con los indígenas de manera pacífica siempre
que existiera un mutuo interés. Evangelizar el Nuevo Mundo, no implicaba, de acuerdo
al mandato del Papa, los Reyes y sus sucesores apoderarse de los territorios, ni hacer la
guerra a sus pobladores para este fin, a menos que, y agotando todas las vías pacíficas,
se les opusieran de manera violenta a la predicación.
De esta manera, vemos como el fraile, por medio de los argumentos expuestos es
defensor de la naturaleza y origen de los indígenas, dejando ver que son los legítimos
poseedores de sus tierras y también que el sometimiento es un equívoco que solo puede
ser justificado para obtener riquezas, fuerza de trabajo en definitiva poderío absoluto
español sobre los autóctonos. No da lugar a las justificaciones ilícitas.
Los jesuitas en América.
Considero de gran importancia hacer un apartado especial para la tarea de los jesuitas en
nuestras tierras, ya que dieron un ejemplo diferente sobre la concepción de la naturaleza
de los indígenas nativos, que además se vio reflejada en la praxis.
La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola, con el fin de salvar el
Papado, la unidad de la Iglesia y el poder espiritual del catolicismo en el orden
temporal, se puso al frente de la Contrarreforma, fundando una orden militar, donde los
integrantes jesuitas son sacerdotes-soldados cuya primera regla es la obediencia total,
con una estricta disciplina y entrega absoluta en cuerpo y alma.
La Reforma se había levantado como la manifestación religiosa de una tendencia
secularizante en el interior de las iglesias nacionales.
La Orden Jesuita se convierte en una fuerza célebre y temible por su organización
secreta, su habilidad política y su falta de escrúpulos para alcanzar sus fines.
Con respecto a la situación del clero en América, el mismo había llegado a su nivel más
bajo, citamos para hacer fiel la afirmación:
“La concupiscencia, el ocio y la simonía eran tan generales que el arzobispo Lobo
Guerrero del Nuevo Reino de Granada pide urgentemente al rey el envío del mayor
número de padres jesuitas que se pudiere”. (Ramos, pág.94)
La acción de los jesuitas en América fue de carácter diferente a la que tenía en Europa.
Descubren en el Nuevo Mundo miles de almas para convertir al catolicismo y la
posibilidad de adquirir el poder espiritual que en el viejo continente comenzaban a
perder.
Despliegan una actividad práctica, la cual hace que obtengan grandes resultados. La
gran fuerza evangelizadora causa desconfianza en las clases dominantes de las colonias
ya que los jesuitas protegen inmediatamente a los indígenas, causando así el odio de los
encomendadores y de los terratenientes.
Luego de cincuenta años de experiencia en Nueva Granada, los jesuitas logran en
Paraguay la forma más evolucionada de convivencia con los autóctonos guaraníes en las
llamadas Misiones.
“Los jesuitas comenzaron por tratarlos como seres humanos, mediante el
encantamiento de la música lograron que los guaraníes se acercaran a ellos” (Ramos,
pág.96)
Lograron sociedades donde los instrumentos de producción, bestias de carga, arados,
entre otros, eran de propiedad pública, obviamente no existía el latifundio.
“La transformación de las costumbres y los hábitos indígenas en una actitud
productiva fue estudiada magistralmente por los jesuitas y estimulada con los más
diversos métodos. Se multiplicaron los oficios y técnicas diversas, las escuelas y los
talleres… Los excedentes eran vendidos por los jesuitas en el mercado iberoamericano
y traducidos dichos recursos en nuevas inversiones productivas” (Ramos, pág.97)
Además los indígenas aprendieron múltiples oficios y diversas artes. Los jesuitas
enseñaban en guaraní, respetaron su lengua nativa. No utilizaron el dinero, su modo de
intercambio fue el trueque.
Para su mejor preservación, no permitían el acceso a los extraños, se mantuvieron
totalmente aislados.
Hasta que la codicia por mano de obra esclava de parte de los “mamelucos” (mestizos
brasileños) comenzaron a incursionar las Misiones en su búsqueda. Este hecho obligó a
los jesuitas a impartir tácticas de defensa militar entre los guaraníes.
Comienza así la destrucción de las Misiones jesuíticas, la política del absolutismo
europeo tenía como meta su propio beneficio económico y lo lograba a partir del
sometimiento de la población nativa de América, por eso la precisaba servil y esclava,
no a la manera de las Misiones.
“Es inaceptable ese laxo determinismo histórico que legitima el aniquilamiento de
millones de hombres para que se inaugure una etapa superior en la vida de la
humanidad” (Ramos, pág. 99).
Fundamento que podemos desprender sólo desde el punto de vista de beneficiar y
sustentar económicamente al Nuevo Mundo. Lo que sí se logró por esta vía es la
consolidación de las oligarquías terratenientes más retrógradas y no fructíferas de
América.
Los jesuitas lograron con las Misiones elevar a la escala de la civilización a más de
200.000 mil guaraníes e impidieron el latifundio. Pero cuando los españoles y
brasileños logran destruir la resistencia misionera, y expulsaron a los jesuitas las
misiones se hundieron, los que triunfan son los encomenderos criollos y los dueños de
los esclavos brasileños, que, de manera sangrienta, esclavizaron a los guaraníes que no
llegaron a matar.
“Sólo como latinoamericanos debemos juzgar los resultados de las Misiones,
independientemente del significado europeo de la Compañía”. (Ramos, pág. 101).
Pasemos ahora a la tercera y última tesis que es la propuesta por Juan Carlos
Mariátegui, enmarcada en una ideología socialista, sostiene que el problema indígena es
un problema económico-social.
En su tesis, no tendrían lugar las tesis anteriormente planteadas en este trabajo, ya que
ocultarían la realidad del problema en cuestión. El problema, tomado como étnico,
moral o religioso, sería considerarlo de manera abstracta, y el problema del indio
necesita de concreción, y ésta se logra tomándolo como un problema social, económico
y político.
Afirma en relación al problema, que:
“La crítica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía
del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad
o pluralidad de raza, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestión indígena
arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la
tierra.” (Mariátegui, pág. 35)
Le adjudica al gamonalismo[4], la invalidación de toda ley que pretenda la protección o
defensa de los indígenas.
Los latifundistas, con su autoridad y todo el entorno que crea de poder casi
omnipotente, hace que la ley escrita sea impotente, lo que quiere decir que no se llevará
a cabo en la práctica si violenta la conveniencia de este señor.
Deja de esta manera las bases para abordar el examen del problema desde otro lugar, ya
que no se va a ocupar de la legislación tutelar, por ser impotente, y sí de las
consecuencias del régimen de propiedad agraria.
En su análisis agrega, que en los tiempos de la legislación colonial española, todas las
leyes, ordenanzas, bien elaboradas y redactadas, en definitiva todo lo administrativo, es
en realidad totalmente infructuoso. Más tarde con el advenimiento de las Repúblicas,
sucede lo mismo, es más, en la legislación republicana se acentúa el carácter
individualista y favorece aun más la absorción de las tierras indígenas por el latifundio.
El feudalismo prevalece en su estructura económica en ambas formas jurídicas.
“El gamonal de hoy, como el “encomendero” de ayer, tienen sin embargo muy poco
que temer de la teoría administrativa. Sabe que la práctica es distinta.” (Mariátegui,
pág. 36)
Luego plantea, que suponer el problema del indio como un problema étnico, es en
definitiva un concepto sobre las razas inferiores que sirvió de justificación para que el
occidente se expandiera y conquistara.
Y además considerar el problema como un problema moral, es el ocultamiento de un
orden político liberal que el occidente mismo alienta para la conformación de los
Derechos del Hombre, que no logran detener un ápice el imperialismo.
No existen soluciones bajo fórmulas humanitarias, ni movimientos filantrópicos.
La solución que plantea el autor, es una solución social donde los realizadores sean los
propios involucrados, los indígenas. Los indígenas deben reunirse, vincularse de forma
nacional, no regional, para plantear soluciones de manera organizada y orgánica para
así poder decidir su rumbo histórico. Para esto deben contar con el apoyo real de cada
nación.
Problema de la filosofía latinoamericana.
Para poder abordar este problema, el cual es posible formular desde la pregunta:
¿Hay una filosofía latinoamericana?; considero que es necesario unirlo a lo que se
puede extraer del análisis histórico previo con nuestra realidad actual, sin perder de
vista los propósitos establecidos para el trabajo, que tienen que ver con las interrogantes
iniciales, por ende con la identidad como latinoamericanos. Si somos seres humanos,
con todo lo que ello implica, razón, sentimientos, relaciones con otros, hacemos
inevitablemente filosofía, ahora, es preciso darle el sentido necesario a qué hacemos,
cuando hacemos filosofía.
Para este tema, me pareció adecuado e interesante, seguir el análisis que Frondizi
realiza en un artículo sobre el problema. En el artículo, inicia la cuestión planteando la
ambigüedad que encierra el término “filosofía”, aludiendo sobre el mismo que es
multívoco, no es definible de manera concreta, da siempre lugar a debates.
Para la posible distinción del término y que pueda ser sustento del propósito buscado,
citamos:
“Distingamos, en primer término, entre filosofía y Weltanschauung. La
Weltanschauung es la filosofía espontánea, ingenua, en oposición a la filosofía crítica,
fundada y que es el resultado de un acto de madura y consciente reflexión” (Frondizi,
pág. 212)
Entonces siguiendo esta delimitación, dejando de lado lo espontáneo e ingenuo, lo que
se va a analizar es si en Latinoamérica[5] se ha hecho filosofía motivada por intereses
filosóficos o lo contrario. Dentro del análisis se devela que en realidad la filosofía
producida en nuestro continente no fue motivada por preocupaciones puramente
filosóficas, sino por otros motivos, que tienen íntima relación con actividades y
preocupaciones políticas, literarias y docentes. Dentro de ellas, existe un contenido
filosófico, pero como resultado de su preocupación central, el político, literario o
docente, lo que no quiere decir que no sean válidos. La filosofía en las producciones
mencionadas no tiene competencia propia, no se encuentra su rigurosidad específica.
“Lejos de nuestro ánimo el intento de reservar el término filosofía para una actividad
estrecha y alejada de toda preocupación vital, o negarle tal carácter a la faena
problemática y de búsqueda…Será filosófica aquella meditación que por su tema, su
alcance y su sentido se mueva dentro de lo que se entiende por filosofía… cuando se
medite en función de lo filosófico y no se ponga tal actividad al servicio de intereses y
preocupaciones políticas, literarias, etc.” (Frondizi, pág. 214)
Luego de aclarar el sentido, se buscará la existencia de una filosofía propia, para ello es
necesario investigar sobre lo producido objetivamente, es decir, sobre lo escrito, ya sea
a modo de libros, ensayos, artículos o notas y renunciando a los que tengan carácter
literario, político, traducciones, comentarios o críticas, lo que sí deben poseer es
originalidad, creatividad.
Dentro de los parámetros establecidos no se han encontrado muchas publicaciones con
el sentido requerido, vale decir, con una meditación en función de lo filosófico dotado
de creatividad y originalidad; no por esto se debe ser pesimista en vistas a un futuro.
Para poder visualizar el desarrollo de la filosofía latinoamericana hasta lo hecho (este
artículo se realizó en la década de los cuarenta), se analiza el proceso histórico
comenzando con la conquista, el cual muestra que lo realmente autóctono es una fusión
de lo poco que quedó de los indígenas y lo mucho de lo europeo.
Finalmente, lo que Frondizi señala es que se ha caído en un error al pretender
caracterizar una filosofía propia –latinoamericana- de manera anticipada. De esta
manera lo único que hemos logrado es cercarla, otorgándole direcciones estáticas, temas
concretos y por consiguiente centrándonos en lo latinoamericano olvidando lo
filosófico. No puede surgir un pensamiento filosófico por sólo proponérselo.
“Ninguna filosofía surgió como resultado de un deliberado propósito de realizarla”
(Frondizi, pág. 222)
Es entonces este fin impuesto el impedimento esencial para la consecución de una
filosofía latinoamericana; si surge una filosofía nuestra, será porque no se propone
como tal, será haciendo filosofía original y creadora que estará en consecuencia
embebida de nuestros rasgos propios.
Lo que se propone como solución, sería ocuparse de lo rigurosamente filosófico, sin
más, para lo que nos identifica surja por añadidura.
Esto no quiere decir que no se hayan tratado temas filosóficos; porque el punto es que
“la vida es la que constituye la realidad que estudia la filosofía”, la filosofía no está
aislada de la realidad, pero no debe darse por anticipada, al servicio de intereses vitales
inmediatos.
El debate es si hoy, como latinoamericanos haremos filosofía en tanto no nos
anticipemos a los que somos, hagamos filosofía y emergerá lo que nos identifica como
latinoamericanos, de esta forma lo que surja, dará cuenta de nuestro origen, de nuestra
naturaleza, de nuestra situación social y económica inevitablemente.
Un análisis posterior del problema sobre la filosofía latinoamericana, es el que realiza
Leopoldo Zea en el año 1968, quizás hasta parezca opuesto al análisis de Frondizi, pero,
según mi interpretación, lo más interesante es que ambos llegan a la misma posibilidad,
mediada por caminos diferentes, planteando que se puede lograr una filosofía
latinoamericana, propia.
Zea, en su libro “La filosofía americana como filosofía sin más”, responde a la
afirmación realizada por Salazar Bondy, que expresa que en tanto seamos
dependientes económica y socialmente, los latinoamericanos no tendremos nuestra
propia filosofía dotada de originalidad y autenticidad, somos simplemente imitativos, ya
que como seres alienados, emerge en nosotros solamente pensamiento alienado. La
respuesta frente a esto, por parte de Zea es: “Nuestro filosofar en América empieza así
con una polémica sobre la esencia de lo humano y la relación que pudiera tener esta
esencia con los raros habitantes del continente descubierto, conquistado y colonizado”
(Zea, pág. 13)
Uno de los argumentos centrales para la solución del problema, es en qué medida los
instrumentos que median al hombre con el mundo, con el universo, los que en definitiva
son los encargados de hacer al hombre: hombre por un lado, y por otro lado hacedor de
filosofía. Estos instrumentos son el Verbo, Logos, Palabra… los hombres somos
habitantes del mundo por poseer estos instrumentos, y nos dan el derecho pleno de
hacer filosofía.
“Verbo” que es la forma de creación humana, y, a través de él nos humanizamos;
“Logos” que es el ordenador del caos, nos sitúa y distingue de otros entes.
Esto lo demuestra claramente la historia de la filosofía, que es la historia del
pensamiento humano y además el preguntar, y repreguntarnos, como parte del quehacer
filosófico, en esa historia, nadie se cuestionaba si tenía o no derecho al Verbo, Logos o
Palabra. En pleno siglo XX, nos cuestionamos si tenemos derecho al Verbo o no…
ningún filósofo griego, medieval, francés o alemán se le ocurrió preguntarse por la
existencia de su filosofía, lo que hicieron fue hacerla sin más, simplemente filosofaron.
El problema surge en la modernidad, desde la Europa que nos impone la manera de
preguntarnos, que nos hace cuestionar si somos hombres o no.
“La Europa que consideró que su destino, el destino de sus hombres era hacer de su
humanismo el arquetipo a alcanzar por todo ente que se le pudiese asemejar; esta
Europa, lo mismo la cristiana que la moderna, al trascender los linderos de su
geografía y tropezar con otros entes que parecían ser hombres, exigió a éstos que
justificasen su supuesta humanidad”. (Zea, pág. 13)
Y es por esto que la disputa inicial entre Las Casas y Sepúlveda es el inicio de nuestra
propia filosofía, la naturaleza del indio, el indio es humano, es hombre entre hombres.
Las argumentaciones sobre la pretendida humanidad, no solo de los indígenas, sino de
las posteriores razas mezcladas son las que inician y continúan nuestro extraño filosofar.
Había que encajar en el arquetipo europeo, para ser hombres, y así poder además hacer
filosofía. Y la consecuencia del encajarse en el arquetipo europeo, es la amputación, la
negación de sí mismo,… “una acción a la que nunca se vio sometido el hombre
arquetipo, aunque la historia de este hombre haya sido el resultado de múltiples
encuentros de culturas y civilizaciones, de innegables mestizajes”. (Zea, pág. 20)
La diferencia es que el hombre arquetipo nunca fue enjuiciado, ni tuvo que enfrentarse a
otra conciencia que no fuera la suya. En cambio el latinoamericano, ante la pretensión
de justificarse de ser como su arquetipo, se somete inevitablemente, de alguna manera
se quita lo que le es propio, y sin asimilar, toma lo extraño.
Para el autor, continuamos aún tras el arquetipo, y por eso no hemos podido ser nosotros
mismos.
Breve reflexión personal.
El ser humano en sus ansias de poder, de riqueza, de territorio, de supremacía cultural y
religiosa, no se pregunta por el otro, tampoco le da un lugar, un espacio, menos un
tiempo, por eso se destruyó… destruye.
Hoy, frente a la pregunta por la filosofía latinoamericana y sus posibles, lo que debemos
responder es no discriminemos que es discriminarnos, como seres humanos.
Es importante en nosotros la memoria, porque nos identifica, nos hace reconocernos,
nos valoramos, comprendemos el presente y posibilitamos el futuro.
Para finalizar el trabajo, dejo esta hermosa reflexión, que no es mía pero comparto
intensamente.
Debemos… “poder comprender profundamente que la construcción de la identidad
separada es la fuente de toda la patología humana, y que todas las formas de relación y
sociedad que se basan en ella, son el fundamento del desastre y la violencia en la
Humanidad.” Hijo del Trueno-Custodio del Fuego Sagrado en Uruguay.
Canción Sagrada Guaraní:
El que busca encuentra. Por eso no dejes de buscar hasta encontrar. Y
cuando encuentres quedarás encantado por la vida. Y encantado por la vida
te maravillarás con la muerte. Y maravillado con la muerte explotarás de
alegría, y tendrás la perfecta ciencia del Universo y su danza por el Mundo.
[1] Para el abordaje del problema sobre el origen de los indígenas, tomaré como fuente histórica la
”Crónica General del Uruguay” de Reyes Abadie y A. Vázquez Romero.
[2] En mi búsqueda para la realización del trabajo, me encuentro con esta descripción de
Bartolomé de Las Casas realizada por José Martí la cual me parece tan adecuada para dar cuenta de su
persona que la transcribo: “Cuatro siglos es mucho, son cuatrocientos años. Cuatrocientos años hace que
vivió el Padre las Casas, y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin
pensar en el Padre de las Casas, porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color, y dicen que
era hermoso verlo escribir con su túnica blanca, sentado en su sillón de tachuelas, peleando con la
pluma de ave porque no escribía de prisa. Y otras veces se levantaba del sillón, como si le quemase: se
apretaba las sienes con las dos manos, andaba a pasos grandes por la celda, y parecía como si tuviera
un gran dolor. Era que estaba escribiendo, en su libro famoso de la “Destrucción de las Indias”, los
horrores que vio en las Américas cuando vino de España la gente a la conquista. Se le encendían los
ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas. Así pasó la vida,
defendiendo a los indios”. J. Martí, pág. 193.
[3]Régimen de encomiendas: “consiste en otorgar a un poblador cristiano la custodia de uno o más
indígenas para que atendieran su evangelización, aprendizaje de la lengua castellana y usos y costumbres
de la época, proporcionándoles vivienda, alimentación y vestido y adecuado jornal, a cambio de su
trabajo, vino a transformarse en una forma de servilismo inhumano dando origen a una escandalosa
explotación” (Reyes Abadeie, Vázquez Romero, pág. 37)
[4] Este término no designa sólo una categoría social y económica: la de los latifundistas, designa
todo un fenómeno, que comprende una gran jerarquía de funcionarios intermediarios, agentes, etc.
[5] El artículo de Frondizi hace referencia a Iberoamérica, en su lugar voy a utilizar
Latinoamérica.